12.3.12

Novela propia

Muchas veces, mis historias surgen de la nada. Algunas del molesto aleteo de una mosca que me distrae de mis obligaciones, muchas otras nacen de la idea de escapar del estudio. Quizás muchas cosas empiecen así, de la nada surge el caos, y del caos el imperfecto orden.
En esos momentos es en los que me siento delante del ordenador, dispuesto a crear el todo de la nada. ¿Por qué el ordenador? Las grandes historias están llenas de ríos de tinta y voy yo y condeno esta pequeña historia al aburrido mundo de la tecnología. No sé bien el motivo, quizás me fluya más la inspiración de la vena si me siento conectado al presente. Vagamente pienso el comienzo de lo que voy escribir, ningún padre se plantea el principio de la vida de su hijo o hija, simplemente nace y tan rápido como ha llegado al mundo, se va, sin hacer ruido.
Voy escribiendo sobre un hombre gris y aburrido, de edad mediana pero bien vestido, me gustan las personas elegantes. Su mayor deseo es llegar al final de su jornada laboral, llegar a casa para tirarse en el sofá y pensar. Pensar en su grandiosa novela en la que lleva años trabajando, pero a la que no termina de arrancar.
Se incorpora y abre su portátil, a ver si hoy tiene suerte y la inspiración entra por la ventana. Abre un documento Word y empieza  a escribir “Esta no es una historia emocionante, de un príncipe que rescata a una princesa. Esta es la vida de un hombre aburrido, de edad mediana pero elegante…”
Un momento. Mi propio personaje escribe sobre sí mismo. El hombre al que yo he dado vida está escribiendo su historia y decidiendo el paso siguiente que va a tomar. ¿Acaso es eso posible? ¿Seremos personajes de una novela escrita por nosotros mismos? La sola idea de imaginar eso me aterrorizó.
Decidí quitármela de la cabeza y continuar con mi novela. El personaje gris había dejado de escribir, estaba pensando. Bien, la cosa marcha. Pronto prosiguió con su texto “… me gustan las personas que visten bien”. Volvió a detenerse, algo no le terminaba de convencer. Se levantó del sofá y comenzó a dar vueltas por la habitación, perdido en sus pensamientos. De pronto, se paró y miró hacia arriba. Me extrañé mucho porque tenía la sensación de que mi personaje no miraba al techo, sino más allá. Pensaréis que estoy loco, pero en el fondo sabía que aquel hombre me miraba a mí. Mis sospechas se confirmaron cuando gritó:
- Vaya escritor estás hecho, mira que has hecho con mi vida.
Yo no podía salir de mi asombro. ¡Mi creación me hablaba a mí, como si de una conversación padre-hijo se tratase! No me lo podía creer. Lo más triste es que nadie se iba a tragar mi historia, por muy increíble que fuera.
- Quieres quitar esa cara de bobo y hacerme caso – volvió a exclamar el hombre.
- Perdona, perdona. Es que no estoy acostumbrado a hablar con un personaje de ficción.
- ¿Ficción? Maldito loco… Lo que te quería decir, espabila porque quiero que ocurran cosas en mi vida. Estoy cansado de ser una persona gris y aburrida. ¡Quiero emociones!
- Lo siento mucho, pero no puedo hacer nada. Eres mi creación y tienes un cometido, pero te prometo que te pasarán algunas cosas, aunque no esperes mucho de mí.
- ¿Qué no espere mucho de ti? Tienes en tus manos la vida de alguien y, ¿te da todo igual? No me digas que no puedes hacer nada…
- ¡Es cierto! Quiero escribir una historia de la que formes parte, pero no te va a pasar nada bueno, lo siento mucho. Tu destino está escrito.
- ¡Por ti! No me puedes hacer esto. El destino es un invento para consolarnos de las cosas malas que nos ocurren, es una manera de justificar nuestras desilusiones. Pero no existe tal cosa que nos conduzca hacia un camino u otro. Podemos tomar decisiones y convertirlas en hechos, la vida está en juego y nosotros tenemos la baraja.
- No sabes lo que dices, tú no has vivido lo que yo he vivido. Mi vida no ha sido una serie de alegrías que han venido una detrás de otra. He sufrido y sigo sufriendo.
- ¿Qué te crees, que no lo sé? Eres tan gris y aburrido como yo. Todos somos escritores de una novela, pero nunca nos damos cuenta de que es la nuestra.
De pronto el hombre desapareció y me vi dando vueltas en la misma habitación en la que había estado mi personaje, vestido con los mismos atuendos y con la misma vida gris y aburrida, pero con una frase grabada en mi memoria.
Todos somos escritores de nuestra vida”

MFV

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