27.11.11

Un amor de pocos

Bastó hablar de las palabras,
para que se las llevara el viento.
Fue observar nuestras miradas
cuyo cruce murió en el intento.

Tan solo la espalda lunar
para que las olas se detuvieran,
secando los sueños de cuna
de las vidas sin empezar.

Encontrar el sol en tu frío amor
para congelar mi alma,
buscar el invierno en tu mano
que caliente mi cama abandonada.

Odiar el regalo de tu sonrisa
por alegrar mis penas,
matarme sin ninguna prisa
en  las nubes de tu melena.

Subir desde el más alto cielo
al último de lo infiernos,
ser desgraciado es lo primero
cuando vives en el "querernos".

Vuela entre las piedras verdes
de agua roja y pura,
despertarme en los laureles
de tus piernas y tu locura.

Fue mirarte a los ojos
y cegarme con tus labios.
Un amor de los pocos
que olvidan los calvarios.


20.11.11

Desreflexionando

Desreflexionando, un gran título, ¿verdad? Porque parece que es lo que últimamente está de moda en este país de borregos, panderetas, tarugos, cabezas-locas y demás peyorativos.
Y es que este país, desde la caída de la dictadura que instauró Don Paquito, ha ido proclamando a los cuatro vientos que es libre, que la opinión de cada uno tiene cabida en esta sociedad que los entendidos y menos entendidos denominan "libre". Y esta yo creo que es la mayor mentira que nos han intentado vender desde que dijeron que el abre-fácil iba a terminar con nuestro problemas.
Porque aquí nadie es libre, una persona no puede opinar libremente su opinión en cualquier esquina, en un bar con amigos. Y lo que es peor, no puede manifestar su criterio en ninguno de los ámbitos que rodean la vida cotidiana. Y esto señores, es muy triste. 
Hemos entrado en una corriente autodestructiva para la vida en sociedad terrible. 
Hoy en día puedes ir por la calle, parar en una plaza bastante concurrida llena de indignados y decir que vas a votar al PP o al PSOE y te mirarán mal y recibirás críticas, opinarán que eres un conformista y que te encanta que unas cuantas sucursales dominen tu día a día, conduciéndote al mayor abismo que ha conocido la historia económica (y por lo tanto social). Y aunque no sea así, tú te sientes fatal y decides cambiar. 
Nos unimos a este maravilloso movimiento (lo cual opino de verdad), un movimiento que ha instaurado una conciencia social increíble, capaz de sacar a la calle hasta una débil ancianita, que simplemente piensa que ella no ha vivido tanto tiempo para ver como las injusticias crecen día tras día. Protestas, gritas, acampas, alzas las manos a modo de "grito en silencio" para demostrar a lo más alto, sin menospreciar a Dios, de esta democracia que no estás de acuerdo, que tú no has votado para que las cosas funcionen así y que quieres que las cosas cambien. Te crees en lo más alto de la cima, hasta que llegas a un ambiente inhóspito en el que te abuchean, te tachan de vándalo, anti-sistema, violento. Te llaman de todo menos bonito, destruyendo esa gigantesca conciencia social que habías tardado tanto tiempo en conseguir, y que en poco segundos le han puesto preciosos sinónimos: vagabundo, perro-flauta, iluso, idiota, pobre, etc.
¿Y ahora qué hago? Piensas dubitativo, perdido en una marea de opiniones que no se ponen de acuerdo, que casi te obligan a elegir un bando porque sino el otro intentará destruirte. 
Desconsolado, buscas cobijo en una iglesia, el consejo de un trabajador de Dios. Y te gusta, sientes que hay algo más ahí arriba que podrá ayudarte en los momentos de pesadez, en los malos ratos en los que la mala suerte entierra a la esperanza. Estás contento, perteneces a algo gigante, vas a misa cada domingo para dar las gracias por no estar solo, por ser uno más en un océano de fe. Y al salir de la Iglesia, ¡otra manifestación! Y como suele acompañar a estos eventos de protesta, escuchas otra retahíla de palabras bonitas dirigidas hacia tu forma de pensar, aunque bien distintas a las que oíste antes: pervertidos, ladrones, pedófilos, reaccionarios... Y vuelta a empezar
Empiezas porque sigues deambulando sin ninguna dirección, tus pies ya no saben hacia donde ir y están cansados de tanto movimiento, así que decides entrar en un bar a relajarte tranquilamente. Menuda casualidad, que están echando el clásico, y tú siempre has sido del Barça para que negarlo. Pero la mala suerte acompaña y estás rodeado de madridistas que al ver tus reacciones cuando el Barça le pega un repaso a su equipo del alma, empiezan a mirarte mal, a insultarte y poco les falta para propinarte algún que otro puñetazo.
Termina tu #jornadadereflexión, después de un día en el que te has sentido bipartidista (con negativa connotación), indignado perroflauta, católico de mierda y culé asqueroso, en un día en el que tu famosa libertad de la que hablaron en el 75 tras el fin de una época terrible, se ha visto pisoteada, escupida y maltratada por esa gente que presume de tener la misma libertad que tú. 
Tras 24 horas de antipensamiento, de desreflexión, llegas a la conclusión de que no se necesita un cambio político ni de valores, que no hay que cambiar conformismo por protestas ni la fe por realidad. Que el blanco no es mejor que el negro, ni una bella melena rubia conjuntada con la sonrisa más bonita que existe debe cobrar menos que una descuidada barba a juego con una tripita cerbecera. Que el color blanco no es superior al blaugrana. Que aquí, lo que hace falta, es cambiar el mundo, un mundo que va a la deriva, un mundo que es la suma de las pequeñas dictaduras.
Y para empezar a cambiarlo, hay que mirar que es lo más alto de la montaña. Porque los cambios, si se hacen bien, son una pequeña bola de nieve que va bajando sin encontrar obstáculo alguno. Y para llegar al gran cambio que quiere cada uno, tenemos que elegir cuál es nuestra pequeña bola de nieve.
Y la mía es el respeto, por ahí tenemos que empezar.

MFV

12.11.11

Palabras

08:00 am, la lluvia golpeaba sin cesar la ventana.

En la calle, se detenía un coche negro. De él bajaba un hombre alto, vestido con una gabardina negra y sombrero a juego. Se acercó con paso acelerado hacia la puerta de la casa, intentando escapar del bombardeo de agua que caía del cielo. Cuando entró, la tímida luz del hall de la casa le iluminó mientras se quitaba el sombrero.
Era un hombre joven, de unos treinta años, aunque sus facciones le hacían aparentar alguno más de los que tenía. De pelo castaño, nariz afilada y una gélida mirada que hacía que te hundieras en aquel mar azul que rodeaba su pupila sin que pudieras evitarlo. Echó una breve mirada a la estancia en la que se encontraba. Era una casa modesta, sin mucha ostentación y más bien falta de muebles. "Aquí debe vivir alguien solitario" pensó el hombre. Sin embargo, se equivocaba.
Aunque la casa daba la impresión de ser un lugar triste y vacío, aquella mañana era un bullicio de gente. Agentes de policía, forenses y algún que otro periodista, intentando conseguir la mejor instantánea de la mañana, iban y venían por las distintas habitaciones de la casa. Gente hablando, gritos, llamadas de teléfono y los flashes de las cámaras rompían el silencio que debía de reinar en ese momento, por respeto.
El hombre se dirigió hacia la derecha, al salón de la casa en busca de una cara conocida, pero sin embargo lo que vio allí lo dejó sin habla.
Una mujer, de unos veinte años, rubia de ojos marrones, estaba tumbada en el sofá, aparentemente dormida. Pero estaba muerta, él lo sabía. Quizás fuera su extremada palidez o la extraña postura en la que se encontraba, no estaba seguro. Pero en el ambiente se respiraba tristeza, incluso se notaba cierta humedad, causada seguramente por alguna lágrima derramada. Y no era para menos, pues la joven tenía una belleza extrema, a pesar de su fallecimiento se podía ver la luz que salía dentro de ella, una luz que ahora estaba apagada.
- Escalofriante, ¿verdad, Johnson? - le comentó un hombre mayor, de unos 50 años.
- Nunca había visto algo así, detective McCartney.
McCartney era de la "Old School" de la comisaría de Chicago. Tenía el pelo cubierto de un manto blanco de canas, no por la edad, sino debido al estrés provocado por todos los años de servicio que llevaba a la espalda. Nariz basta y barba descuidada, así era el mentor de Johnson, su modelo a seguir. Siempre solía ser optimista y llevar una sonrisa ya gastada por los años a todos lados, pero ahí, en esa habitación, ante la escena que presenciaban, el optimismo no tenía cabida. Se encontraban ante la muerte de un ángel, el robo de la vida más terrible de la hsitoria.
- ¿Qué tenemos? - preguntó Johnson, rompiendo el silencio.
- Mujer blanca, de 23 años, su nombre es Beth. Estaba terminando la carrera de Bellas Artes y trabajaba por las mañanas de camarera sirviendo desayunos.
- ¿Vivía sola?
- No, al parecer vivía con su novio creemos. Mira.
McCartney le mostró una foto. Era Beth acompañada de un chico, el cual era su novio supuso Johnson por la actitud cariñosa de la pareja. Debería tener la misma edad que la joven. Era moreno, de ojos verdes y una tímida barba que empezaba a hacer aparición.
- ¿Sabemos algo de él? -  curioseó Johnson
- Tan solo que se llama Peter. Es como si hubiera desaparecido sin dejar rastro. No hay ni facturas, ni registros, ni ningún contrato que nos pueda dar algo de información. Es todo muy extraño
Johnson se acercó al cadáver de la joven. Rozó su mejilla y aún quedaba algo de calor humano, un leve prueba de que antes había una energía en aquel cuerpo que podía hacerla sonreír. Una lágrima calló de los ojos del joven detective y fue a morir en la mano de Beth. Había visto cientos de cadáveres, pero aquello era demasiado, y no sabía por qué.
- Detective Johnson - gritó un policia -. Hemos encontrado esta nota en la nevera.
El policía le acercó un post-it y Johnson leyó lo que decía.
- "No todo es tan sencillo, perdóname Beth. Te quiere, Peter" - Johnson se quedó callado, meditando un rato y se giró hacia McCartney -. ¿Qué cojones ha pasado aquí? ¿Crees que se ha suicidado?
- No sé que pensar, detective, pero creo que tengo una teoría. Dudo que se haya suicidado, lo que ha pasado ha sido culpa de las palabras.
- ¿Palabras? ¿Qué estás diciendo, que unas sucesión de letras han matado a esta joven?
- Voy a decirte algo, Johnson. Llevo casi 30 años siendo detective, viendo asesinatos, muertes que nadie puede imaginarse. Cientos de armas capaces de aniquilar cualquier rastro de vida que haya en un ser humano. Pero nada puede matar de forma más macabra, que las palabras, un uso indebido de ellas puede destrozarte por dentro y hacerte sentir la persona más miserable del mundo, y matarte de una forma única y terrible.
- McCartney, estás loco, no puedes estar diciéndome que Beth a muerto porque su novio le dijo que no la quería, que ha muerto por desamor. Es una estupidez.
- Seguramente sea una estupidez, pero así es la vida Johnson. La gente provoca estas situaciones estúpidas, en las que una joven muere sin razón alguna, porque un chaval no quiso ser valiente.
- No me creo lo que estás diciendo, eso no tiene validez ante un jurado.
- No pienses en la ley, piensa en la vida. En lo injusta que es, en como se escapa corriendo ante nuestros ojos. Piensa en como unas simple palabras, pueden provocarte el mayor de los dolores.
- Esto es una locura, ¿qué le digo a la prensa, que murió por escuchar unas palabras?
- Puede que muriera por las palabras... o tal vez porque nunca escuchó las palabras adecuadas. A veces la ausencia hace más daño que la presencia.
Y diciendo eso, McCartney se marchó a seguir observando la escena del crimen,si podía llamarse así, dejando al joven Johnson meditando sobre lo que acababa de oír. Palabras que matan, la ausencia de palabras arrebatando la vida de una joven estudiante de Bellas Artes. Menuda locura, pensó Johnson, mientras salía de la casa dispuesto a hablar con la prensa.
Y así quedó la habitación, con la verdad flotando en el aire, la mirada de Beth dirigida al infinito y su último pensamiento escapando de la muerte.

"Cuanto daño pueden hacer las palabras."

MFV

10.11.11

Sentado a la orilla de río




Ando buscando en los rincones
rimas sin ningún sentido,
en un mapa sin direcciones
abandonado por los caminos.

Fuiste en este drama el poli malo, 
el ladrón que robó mis llaves.
Cerraste el cajón de lo olvidado,
abriste el baúl de los disfraces.

Después de una noche de tantas,
volveremos a lo de siempre.
Tu jugarás a los fantasmas,
yo jugaré a no querer verte.

Sentado a la orilla del río, 
canto a mi triste compañera:
"¿por qué me siento tan vacío
cuando la luna está tan llena?"

Miran las tristes farolas,
caer mi lluvia en tu mirada.
Un sueño ahogado por las olas,
una sonrisa que sigue congelada.

Quise recuperar la historia
de aquel cuento sin argumento,
Soledad convertida en memoria,
del más triste de los tormentos. 

Una taza huérfana de café
dejó dormido mi corazón.
Despertará queriendo saber,
¿por qué robaste todo su amor?

MFV

9.11.11

The Last Song

Todo comenzó con el silencio, y resultó ser el círculo del eterno retorno, pues ahí se encontraba de nuevo. Solo, gritando al vacío, intentando escuchar, pero tan solo recibía respuestas del silencio.
Un silencio que había sido padre y mentor durante gran parte de su vida, como un abrazo vacío que le tenía preso, una cárcel invisible, una cueva para una luz que nunca había visto pero que sabía como era. Sabía como era por lo que había leído, lo que le habían dicho, pero sobre todo, la figura que tenía en mente provenía de los más profundo de su imaginación.
Fue esa imaginación, esa imagen que al final resultó ser una burda imitación de la original, la que le dio la vida, una razón para atravesar cada día el corredor de una muerte gris, sin sentido. Un corredor que cruzaba todas las mañanas sin pena ni gloria, y al que regresaba todas las noches de cada una de esas mañanas, siempre un poquito más desdichado que a la ida. Odiaba aquel corredor, más desde que aprendió a imaginar, pues su vida se resumía en eso: un pasillo que no acababa, interminable, y que cuando parecía que llegaba a su fin, un destino que para él siempre había sido injusto, le obligaba a repetir cada unos de los pasos que había realizado.
Estaba cansado de aquel corredor, hasta que un día decidió que quería saber lo que había al final del pasillo. Corrió, corrió y siguió corriendo, hasta que veía como la salida se iba haciendo cada vez más grande, y creyó ver que se dibujaba el rostro de una figura que le esperaba, cuya boca se ensanchaba dispuesto a salvarlo de la monotonía gris. Pero cuando llegó al final, a lo que parecía la salvación de una rutina soporífera, la figura que creyó ver se esfumó y se encontró con algo peor que el silencio tal vez: la nada. 
Una nada infinita, una ausencia del todo que rodeaba cada molécula que componía su realidad, su existencia. Una caída sin fondo en la que la gravedad no hacía presencia, pues él sabía que no estaba cayendo y quizás eso era lo peor, saber que estaba en medio de una caída, entre el infierno y el cielo, sin saber que hacer para avanzar, sin importar el destino. Pues llegado a ese punto, todo daba igual, cualquier motivo para seguir luchando le hacía reír y cerrar los ojos, intentando no ver en que se había convertido su vida. Había pasado del abrazo de unas paredes deseando juntarse a una estado intermedio entre la más completa felicidad y la peor de las desdichas. 

http://www.youtube.com/watch?v=MmZexg8sxyk&ob=av3e

Y fue en ese momento de desolación, cuando sus oídos fueron tocados. Una ligera brisa acarició la curva superior de su oreja, inundando todo su sistema auditivo desde el oído externo al interno, llenando todo su cerebro de mareas de felicidad. Mareas que trasladaron una corriente eléctrica, desde el rincón más oculto de su cerebro, hasta la última fibra de sus antes temblorosos pies, que comenzaron a sentir por primera vez la gravilla del camino que seguía, un camino que por fin le llevaba a alguna parte. La chispa despertó cada parte de su cuerpo que siempre le había parecido que estaba dormida. Sus brazos se llenaron de fuerza y sus ojos se tornaron azules, respirando vitalidad. Y por fin, la descarga alcanzó sus labios, rodeándolos de una electricidad que los despertó tras un eterno sueño, sonriendo por primera vez a la vida. 
Todas estas sensaciones y sentimientos que salieron a la superficie, venían acompañados de una melodía que intensificaba cada una de las emociones y hacía vibrar sus células intentando liberarlas de una cárcel invisible que no podía tocar ni ver, pero que siempre había sentido.
Y fue disfrutando cada segundo de felicidad que la vida le daba, una sensación que por justicia tenía que haber sentido desde su primer llanto. Y ahí estaba, por fin, después de vivir una derrota continua, estaba ganando la lucha. Se encontraba en el séptimo cielo, lo que antes era una caída se había convertido en la cima de una montaña de la que no quería bajar.
Pero él sabía de ciencia, y descubrió el poder de una caprichosa gravedad que lo hizo caer en el momento en el que la melodía terminó. Y si antes estuvo en un lugar intermedio entre la tristeza y la felicidad, ahora la caída fue más dura y supo que siempre estaría cayendo sumido en la tristeza, pues aquello que tanto añoró, el sonido de una voz, de unos instrumentos, se terminaría para siempre y le dejarían solo. Sollozando estaba y al borde de la locura, pero sin embargo, el intervalo de silencio fue interrumpido por la misma melodía, y también descubrió que la corriente eléctrica no había abandonado su cuerpo, sino que cada vez era más intensa.
Sin embargo, él seguía cayendo, destino desolación. Pero ahora no estaba solo, la Música, la única cosa persona que nunca había conocido, era su compañera. Y su vida fue una caída eterna con melodía de fondo, descubriendo por fin qué era la vida.

MFV