31.7.14

Humano, imperfecto, mortal.

El día que muera,
el día que cierre los ojos y apague la luz,
solo un deseo tendré por testamento.

No quiero morir como mueren
políticos y reyes.
Sobre un lecho de elogios desmedidos,
con coronas de frágil y temporal respeto
y un cortijo de fieles,
con el olvido trajeados..

No quiero morir como se marchan
ladrones y rufianes;
cuyo daño en vida no empaña
aquel beso tierno que no robaron
o aquel sueño cristalino
que no rompieron.

Quiero irme de este mundo
como el mendigo y el enfermo,
sin aditivos,
vestido con críticas y elogios,
rodeado de amor y odio.

Quiero una despedida
sin alabanzas.
Pero con lágrimas y sonrisas,
con los reproches y alegrías
que encontré por el camino.

Quiero morir igual que fui:
humano, imperfecto, mortal.

30.7.14

Mentiras de madrugada

Como cada vez, la enfermera vino pasada la medianoche. Miré el reloj y lo supe en cuanto vi la hora. Bajé a planta donde la compañera me entregó la historia clínica. Se trataba de una mujer joven, casada y con un hijo, que presentaba diversos hematomas en tórax y abdomen, sangrado de nariz y una costilla rota. Su cuerpo contaba una historia. Sin embargo, nadie había conseguido sonsacarle qué había ocurrido. Caminé por el silencioso pasillo hasta llegar a la habitación de la paciente y abrí la puerta despacio.
- Hola Claudia, ¿cómo estás?
Claudia me miró. En sus ojos no había ni iris, ni pupila. Tan sólo miedo y dolor. Suspiré con resignación y apreté tanto los puños que unas gotas de sangre acariciaron mis temblorosos dedos. Ella permanecía callada, pero su silencio valía más que mil palabras.
- Dime Claudia, ¿qué ha pasado?
Fijó la vista en el suelo, como intentando recordar un suceso ocurrido en un pasado muy lejano. Pero aquel suceso formaba parte de su presente. Yo podía verlo ahí, marcado en su piel. Tras unos segundos de trámite, levantó su mirada y me contestó con una falsa sonrisa.
- Lo mismo de siempre doctora. Voy a tener que hacer algo para que la bañera no resbale tanto.
Bajé la mirada y anoté aquella mentira en el informe por última vez.

MFV

27.7.14

Invierno

Como cada noche,
tu recuerdo duerme acurrucado en mis labios
que sueñan con bañarse en tu boca,
melancólicos del sabor a miel
que endulza cada lágrima que provocaste.

Sé, que mi odio no es más
que el amor cuando duele.
Y aunque pretenda
no verte, en cada parpadeo apareces,
desnuda y pura,
como dejaste mi alma.

Ando perdido y triste,
porque en tu lado de la cama
descansan mis ganas de amar. Sueño
que contigo duermo, y el despertar
se convierte en un castigo
para el que no fui preparado.

Me pregunto qué harás ahora,
quién te acompaña en tu vigilia.
A quién sujetas la vida
con tus brazos, a quién envuelves
con tu amor durante el invierno.

Un invierno que gobierna mi calendario
pues los meses y la vida pasan.
Y yo, que vivo y muero en el día
que te conocí, quiero arrancar mi piel,
la página en la que habitas.

Pero el invierno
sigue congelando
a la primavera.

MFV

Rx - VI

La poesía es una conversación entre el corazón y el alma. Son palabras que vuelan y se sumergen en el viento, transportadas a oídos desconocidos y ajenos, pero hermanos. Es un diálogo entre líneas temporales lejanas y mundos paralelos, son letras y sílabas que sin tocarse, se transforman. Como la energía. Pasan de la tinta del papel, a sangre bajo tu piel.
Porque eso es la poesía. Es sangrar con las heridas de otro y llorar con la pena ajena, coger los sueños rotos de un alma etérea desgarrada y dormir en su almohada. Es empezar a bailar sin música y a respirar sin ropa, ir a la playa y sumergirse en la arena, hasta que duela. Hasta llegar al centro de todo, donde no hay nada y descubrir que no hay ayer, ni mañana, ni ahora. Que todo es un mar de duda, un laberinto de incertidumbre donde andamos ciegos, mudos y sordos.
Vivimos con miedo al que vendrá, a ese horizonte que cada día, sin hacer ruido, se torna más tangible. Pero cada noche, como arrepentido, deshace lo andado y vuelve al pasado. Así, lo que veremos mañana no es más que la piel mudada de la utopía que vivimos. Persiguiendo hoteles ardiendo, alquilando fuegos por noche. Transformando respuestas en energía.
Y desnudos, despertamos junto al sol. Cada vez con más preguntas.

MFV

24.7.14

La oscuridad del flash.

Recuerdo aquella entrevista como si fuera ayer.

Yo era una chica normal que estudiaba biología en la universidad. Era una estudiante normal con amigos normales y una vida normal. Era bastante tímida, por lo que no me preocupaba en encontrar un novio con el que pasear por los parques como hacían todas mis amigas. Ellas decían que era rara, decían que era muy guapa y que podría tener a cualquier chico de la universidad, pero simplemente no era una de mis prioridades. También tenía una familia normal, bueno no tan normal si la comparamos con la familia de hace cincuenta años, pero todo lo normal que puede ser en los tiempos que corren

Una tarde tuve prácticas de laboratorio en una empresa que testaba productos cosméticos nuevos en animales. Estaba totalmente en contra de estas prácticas, pero tras conversar con el decano de mi facultad no me quedó más remedio que asistir a aquel horror. No aguanté mucho. Comencé a tener un sudor frío por todo el cuerpo y a ver algo borroso, a punto estuve de desmayarme. Una de las trabajadoras de la empresa me acompañó a los servicios para que bebiera un poco de agua y me recomendó esperar en el hall hasta que terminara la visita. Fue muy comprensiva, se dio cuenta perfectamente de que yo no quería estar allí y que lo estaba pasando mal, incluso vi un atisbo de comprensión y de vergüenza por lo que hacía cuando se despidió de mí.

No sé cuanto tiempo estuve esperando a que mis compañeros terminaran, pero aunque se me hizo eterno debido al aburrimiento, era mil veces mejor que ver como se justificaba el sufrimiento de unos animales para que las mujeres, y en los últimos tiempos los hombres, pudieran sentirse más bellas y cuidarse más. En estas reflexiones sobre las injusticias del mundo me encontraba cuando un hombre se acercó a mí.

-Hola, me llamo Pedro, ¿cómo estás?

Me tendió la mano y vi que me entregaba una tarjeta de presentación. Se llamaba Pedro Uribe y era vicepresidente de una agencia de modelos por lo que pude leer en la tarjeta. Se notaba que era un hombre adinerado, pues vestía un traje elegante a juego con unos zapatos negros que tenían pinta de costar más que mi matrícula de la universidad, lo cual en los últimos tiempos suponía mucho dinero.

-¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida.
-Sí, sí. No se preocupe -contesté pues aunque era tímida, más educada era si cabe-, ha sido un simple mareo. No me gustan mucho este tipo de sitios.
-Aunque no lo creas, te entiendo -se rió cuando vio que lo miraba extrañada-. Yo también era como tú de joven, con mis principios y mis ideales como si fueran la piel que mostraba mi alma revolucionaria. Pero el paso del tiempo me cambió y me convertí en lo que soy ahora.
-¿Y qué es lo que es usted ahora? Si me permite la intromisión.
-Tranquila, no es la primera vez que me lo preguntan -más tarde comprendí quiénes habían formulado la misma pregunta-. Me he convertido en lo que siempre critiqué, un hombre de negocios defendiendo los intereses de las empresas que tanto odié en mi juventud. A veces me pongo a pensar y me planteo mi vida, si hice bien en romper con todo lo que creía.
-Nunca es tarde para cambiar -le miré con cierto miedo, pues esperaba que su historia no fuera un reflejo de la ruta que iba a tomar la mía-. Siempre puede recuperar sus ideales y volver a ser aquel joven revolucionario.
-Ojalá fuera eso cierto -suspiró, como si hubiera sido aquel joven idealista el que hubiera exhalado su último aliento-. Pero me temo que ya es tarde, hace tiempo que dejé de perseguir fantasmas. En cambio, tú todavía estás a tiempo de aprender de mis errores.

Me quedé pensando en mi futuro, en si yo también perdería la fe en todo por lo que había luchado hasta el momento y me convertiría en aquello que llevaba años criticando. Mientras seguía divagando, se abrió el ascensor del vestíbulo y de él salió una señora de mediana edad, vestida elegantemente con una americana negra que junto a su camisa blanca y sus tacones, le daban un aire de autoridad y de seguridad en sí misma que yo tanto deseaba. Se acercó con paso decidido a Pedro y le confirmó su interés en hablar de un nuevo convenio, pero que tendría que esperar una semana porque tenía que hacer un viaje al extranjero. Pude ver que se conocían desde hace tiempo, pues el trato era cercano y hasta cariñoso entre los dos. Estuvieron hablando de sus familias y de las vacaciones que estaban a la vuelta de la esquina hasta que ella tuvo que marcharse.

- Oye mira -comenzó a decir Pedro-, como has podido ver me han cancelado una reunión que tenía ahora, así que tengo tiempo libre. ¿Quieres que te lleve a casa? No me importa.
- Verá... es que debería esperar a mis compañeros y al profesor -me excusé.
- Venga, mañana dirás en la universidad que te encontraste peor y te tuviste que ir. En la vida hay que saltarse las reglas de vez en cuando, ¿no? Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Eh... Silvia... Pero...
- Vamos Silvia, sígueme -me tendió la mano mientras me sonreía.

No sé por qué lo hice. Ahora soy consciente del error que cometí pero en aquel momento no era consciente de las consecuencias que aquel simple gesto, tomar la mano de Pedro y subirme en su coche, iban a tener en mi vida. Todo se vino abajo en aquel trayecto, en las palabras que intercambiamos en su lujoso vehículo. Pensándolo fríamente, no me reconozco cuando vuelvo a recordar aquella mañana. Esa no era la Silvia que yo había sido durante veintidós años, era alguien totalmente diferente a mí. Llevaba mi ropa, mi piel y mi cabello, y hasta tenía la misma voz, pero interpretaba un papel que no era propio de ella. Aquella Silvia se puso un traje que le venía grande, en el que no se sentía cómoda. Pero en aquel momento no supe verlo, más bien no quise verlo. Así, ciega e ilusa, llegué a casa mirando con cara de tonta la tarjeta de Pedro, como si hubiera un mensaje oculto que me avisara de lo que iba a ocurrir, que me rogara que volviera a ser yo misma. Pero la respuesta se encontraba dentro de mí, justo en el aquel rincón que ya había olvidado, que no merecía mi atención.

Durante las semanas siguientes viví como en una nube. Mis amigas no daban crédito, todas estaban incluso más contentas que yo. No se sorprendieron para nada cuando les conté la historia, a todas se les hacía raro que no me hubiera ocurrido antes. Mi familia se mostró reticente al principio, sobre todo mi madre. Le daba miedo que sufriera, que me convirtiera en alguien que no quería y que dejara los estudios. Le prometí que aquello no ocurriría, que era algo que necesitaba probar pues era la primera vez que alguien alababa mi cara, mi sonrisa y mi cuerpo. ¡Y me daba la oportunidad de vivir de ello! O, al menos, de intentarlo. Quería hacer algo radical en mi vida, quería probar una experiencia nueva e vivir cosas distintas. Pero al mismo tiempo, quería ser yo misma y no cambiar, mostrar al mundo que se puede vivir de esta profesión sin una máscara y ser tu misma, con tus virtudes y tus defectos.

Ahora pienso en aquella Silvia, ingenua e ilusa, mientras los dedos entran y salen de mi boca, mientras expulso todo por lo que creí y luché. Todo el odio que tenía por el sistema terminó en el fondo del retrete en forma de bilis. Una, dos, tres y hasta cuatro veces vomité mi pasado en aquel baño, dando la razón a las empresas que traficaban con la belleza de las personas e imponían ideales a la sociedad, o irreales más bien. Aunque yo sabía todo esto, estaba atrapada en su juego, junto a otras mujeres y hombres que no éramos más que peones, cabezas de turco que suponían una meta para mucha gente. Nos vendían como lo máximo en cuanto a belleza y físico se refiere, mientras nos reducían al mínimo como seres humanos.

Todo esto pensaba mientras desfilaba, mientras los flashes de las cámaras derretían mi cuerpo. Y mientras me dejaba llevar por la pasarela, yendo y viniendo como un boomerang lanzado al vacío, me preguntaba como es posible que los flashes no llegasen a lo que hay detrás de los anuncios, de los cosméticos y de las sesiones de fotos, e iluminasen los baños donde desaparecen poco a poco las personas, donde muere la belleza.

MFV

21.7.14

Latidos de cristal

Al mar sólo le pido que me lleve despacio
y me ahogue sin prisa.
acunado en sus húmedos y eternos cabellos
por la brisa mecidos.

Quiero que mis lágrimas rompan con sus olas,
de incesante caminar,
que descanse en sus labios de espuma mi memoria
y en la orilla agonice.

Como un amor perdido regresan aquellas horas
tristes y acompañadas,
de fantasmas perdidos en recuerdos de un tiempo
que nunca conocí.

Aquí mueren los sueños, donde el ayer termina
y respira el mañana,
como vuelan sin miedo las hojas en otoño.
Latidos de cristal.

MFV

17.7.14

Eras tú

¿Qué le faltaba al silencio del viento,
al abrazo del mar sobre la roca,
a la huella sobre la arena del camino
recorrido abrazado a la soledad?

¿Qué acompañaba sin saberlo a cada suspiro,
a cada mirada que busca en un cruce
un accidente que el corazón detenga,
a cada lágrima al vacío regalada?

¿Qué sostenía el hilo de mi respiración,
el latido que suponía la cadencia
que poco a poco,
callando y en silencio,
me acercaba inexorable al mañana?

Eras tú poesía, eras tú
en cuerpo de mujer convertida.
Esperando paciente cada amanecer
tras la luz del sol,
que llega al morir la noche
y al nacer la vida.

MFV


15.7.14

El último baile

Déjame bailar contigo esta noche,
aunque ya no seamos los mismos
y no haya más música que el latir
de dos vidas desacompasadas.

Quiero tus piernas entre las mías,
tus sueños en mi vigilia,
y el sudor de tus manos
evaporando mi camisa.

Acompáñame en este último viaje
sin maletas, tan solo recuerdos,
y una melodía compuesta por el vibrar
de nuestra efímera existencia.

Ya no quedan notas ni instrumentos que tocar,
somos tú y yo, un pentagrama en cada pie,
bailando el silencio de nuestra partitura.

¿Qué pasó? Nos preguntaremos siempre,
para convertir la pasión del tango
en lluvia sobre nuestra mejillas.

¿Qué pasó? Nos preguntaremos siempre,
para olvidarnos de lo que fuimos juntos
y desaparecer cada uno por separado.

Aun mantengo la esperanza
de verte una vez más.
Cuando nuestros pies bailen sin miedo
y el silencio pase a ser canción.

MFV