22.11.10

Nubes de algodón

http://www.youtube.com/watch?v=26uBiwDbG6w

Tanta desgracia en el pasado,
para tan poca sonrisa en el futuro.
Ya no hace tanta gracia sentirse raro
ni la prisa con la que gira el mundo.

El invierno ya no congela los desnudos pies
ni el verano derrite los rotos corazones.
De la chistera ya no salen flores,
y por los verdes campos
se pasea sola la tristeza hecha jirones.

El suelo llora las lágrimas de los árboles
y en el cielo las nubes se quedaron secas,
perdieron todo el algodón de azúcar de su sabor.
Consigo respirar a duras penas
pero en mis pulmones ya no cabe más dolor.

Soy un loco que perdió su tornillo,
con demasiadas vueltas de tuerca.
Ya no sé lo que persigo
y me olvidé el camino de vuelta.

Mi vida es una orquesta de cuerdas rotas
que afinan la armonía en la que vivo,
sigo buscando el pentagrama lleno de notas
que den algo de color a mi turbio destino.

Nubes de algodón
cubren de azul cielo mi cabeza,
por fin encuentro la razón
que perdí cruzando las aceras.

MFV

12.11.10

Un día en la vida

Pipipipi. 6:00 am, la alarma suena.
Abro los ojos, pero un terremoto inunda mi cabeza, menuda resaca. Los restos de alcohol mantienen una batalla encarnizada con mi hígado. Me levanto y voy al baño, para eliminar restos de una droga que oscurece mi memoria.
Una miradita en el espejo, solo para ver los estragos que ha causado una noche de fiesta. Nada del otro mundo, hecho un despojo. Fue una buena noche. Me meto en la ducha y las gotas de agua purifican mi cuerpo, me revitalizan, comienzo a ser yo de nuevo. Me arreglo, nada fuera de lo normal, me sacudo un poco el pelo, una camiseta de los beatles, muy mía y mi sombrero negro. Desayuno algo ligero y salgo a la calle.
No es un día normal desde luego, lo noté nada más despertar. Todo era más vivo, las sensaciones se intensificaban y mi corazón podía captar cada sentimiento que afloraba en mi interior. Aquí viene el sol.
Camino por la calle, pensativo, notando como mi vida estaba culminando. Nunca llegué a averiguarlo, pero siempre supe que aquel era el día. Me llega un mensaje de mi novia, al móvil, su abuela ha fallecido. Se me congela el mundo, no soportaba la desgracia ajena y menos, ver como la sonrisa angelical de mi novia se convertía en una mueca vacía de sentimiento.
Estoy a su lado, la apoyo, intento secar las lágrimas con palabras salidas del centro de mi pecho, pero la pena nunca se seca. Ella lo agradece y me despido de ella "Si hay algo que necesites, si hay algo que pueda hacer. Tan solo llámame, y te lo mandaré. Con cariño, de mí, para ti."
Me dirijo hacia el banco de un parque, solo y abatido, sin ganas de nada y a la vez con ganas de todo. Seguía en mí ese sentimiento de seguridad, de que aquel día era el día de mi vida, ese día que la gente busca a lo largo de su existencia. Mientras hago divagaciones, monólogos mentales que ponen orden a ideas inconexas, se me acerca un joven con harapos, mirada perdida aunque llena de niñez, débil y demacrado por los palos que da la vida. Le preguntó qué tal y tan solo dice "vivo, que no es poco" y acto seguido se marcha. Esa frase se me quedó grabada a fuego en mi cabeza. Toda una vida preocupado por pequeñeces, cuando ya tengo lo más grande del mundo, que es un corazón que palpita, que empuja sentimientos y sensaciones por cada fibra de mi cuerpo. Busco con avidez a aquel pobre muchacho que tanto me había aclarado pero sin obtener resultado. En plena búsqueda, una anciana se me acerca susurrando: "Hola joven, mi nombre es María.Sé a quién buscas y no merece la pena. Sigue tu vida y aprende de aquel chico, es mi nieto y te acaba de dar la mayor lección que podrás recibir. Déjalo estar". Y se marchó, nunca la volví a ver. Pero aquella María vino susurrando palabras de sabiduría, y yo lo dejé estar.
Seguía sintiendo aquellas maravillosas 24 horas, horas que nunca olvidaré y nunca entenderé, pero no es necesario entender un chiste para sonreír, ni un problema para llegar a saber la X, hay cosas que, gracias a Dios o a lo que exista, se saben, y la respuesta está dentro de cada uno mismo. Pronto caí en un abismo, tras el encuentro con María, un angel iluminador, llegó un pozo de desolación. Vibró mi pantalón y leí un sms de mi novia. Todo había terminado. La misma mujer a la que había amado y entregado mi alma, acababa de romper con el telar que habíamos tejido juntos, cortó el hilo que las Moiras crearon con tanto mimo para nosotros. Uno abre el ojo para que le llegue la luz de una sonrisa, y esta misma termina quemando tanto, que tienes que cerrarlo y que vuelvan las penumbras. No supe que responder, pero mis dedos marcaron una hermosa frase, inspiradora: "Nunca me diste tu dinero, pero el dinero no puede comprarme." Volví a mi casa y el abismo adquirió forma de almohada y sábanas, y Morfeo me abrazó como nunca lo había hecho. Aquel, por poco que me pareciera en ese momento, iba a ser el mejor día de mi vida.
A la hora me despertó una llamada, pero no quería levantarme. Contesté al otro lado de la línea, que solamente estaba durmiendo y colgué. Pero no pude dormir, algo me lo impedía, pero seguía sin saber el qué. Era ya de noche, así que decidí dar una vuelta. Caminé, tanto que perdí la noción del tiempo, y llegué a un bar que no conocía. La caverna se llamaba, tenía buena pinta así que decidí entrar, dispuesto a que el nivel de alcohol superase al de tristeza en mi cuerpo. Pedí al camarero un whisky doble, necesitaba una buena dosis de la droga de los melancólicos. Entre trago y trago, los cuales se hacían interminables, una lágrima aguaba aún más mi copa llena de descanso. De pronto, algo me hizo girar la cabeza. La vi a ella sentada allí.
No sabía quién era, no la había visto en mi vida, pero aún así, la estaba esperando. De pronto entendí todo. Entendí porque aquel día todo lo viví multiplicado por infinito, pues estaba llegando al infinito, al final de todo. Aquel joven, su abuela y la ruptura con mi novia, todo tenía un por qué. Y ese por qué tenía forma de iris azul cielo. Me acerqué a ella, la miré y las palabras salieron solas. "Al fin te encuentro, querida Prudencia". Y ella sonrió.
No hizo falta nada más, la noche fue mágica. Me acosté a su lado, abrazándola. Dos sonrisas de perlas en un mar de sueños. ¡Que 24 horas! pensé, podría no vivir ni una más y aún así, habría vivido todas las horas necesarias para saber lo que significaba...
Un día en la vida