29.12.14

Luces de navidad

La familia del 3ºA preparaba las luces de navidad como cada año. Se había convertido en un entrañable ritual a cuya cita no faltaba ningún miembro de la familia.
Susana, la más pequeña, comenzaba con sus nervios a las seis en punto de la tarde. Recorría veintisiete veces el comedor de punta a punta, comprobaba concienzudamente que todo estuviera en su sitio. No quería errores. Tenía un historial impecable pues la avalaban siete años de experiencia sin cometer ningún fallo. Todos se sabían más seguros si ella controlaba el proceso, este año volvería a ser todo perfecto.
Alberto, algo mayor, había cedido su puesto de vigilante a su hermana pequeña. Se retiro en el momento oportuno para dejar que las generaciones venideras tomaran el relevo. Ahora se dedicaba a disfrutar un poco más de sus amigos. Bajaba después de comer con su pelota de fútbol y disfrutaba de toda una tarde de deporte junto a sus compañeros de barrio, los que parecía que vivían en el parque. A veces uno sale de casa sabiendo que encontrará aquello que no está buscando, así funcionan los niños cuando todavía sueñan despiertos. Sin embargo, Alberto sabía que cuando cayera el sol debía regresar a casa para confirmar que Susana había hecho bien su trabajo. Era consciente de la capacidad de su hermana y aunque no era necesario que él diera el OK final, sabía que Susana se sentía más tranquila si su hermano daba el visto bueno.
Y qué podemos decir de Carlos, el cual estaba en el extranjero buscando su felicidad. Era el único que faltaba este año al espectáculo de luces, su primera vez. 
Pedro y Carmen estaban orgullosos de sus hijos. Antes de que naciera Carlos, el miedo les invadía. ¿Cómo iban a criar a sus hijos? ¿Serían suficientes sus trabajos para mantenerlos? ¿A qué colegio les llevarían? ¿Sabrían educarlos bien? Y un sinfín de preguntas que se fueron resolviendo a medida que los hijos iba creciendo.  Ahora miraban desde el umbral del salón cómo Susana y Alberto terminaban con los preparativos.
Se acercaron todos a la ventana desnuda de cortinas y se fundieron en un abrazo. Al mismo tiempo agonizaba la luz del iluso camping gas que intentó iluminar las vidas de aquella casa. Y así, la familia del 3ºA disfrutó de las luces de navidad que su compañía eléctrica mantenía en las calles y en los comercios. La misma compañía que les había sumido en la más profunda oscuridad. 


16.12.14

Cuerpo vidrioso

Cuerpo vidrioso de labios finos
que arrebatan la vida
con cada beso de los míos,
sellando el pedregoso sendero
que recorren mis últimos años.

Unos te ven siempre llena.
Pero, aunque llena me abrazas,
mis ojos solo reflejan lo vacía
que mi alma queda tras beber
tus lágrimas ardientes.

Conviertes el día en noche
y ésta más oscura y difusa se torna
con cada segundo que muere
ahogado en mi boca.

Mi vista cansada, propia
de un derrotado peregrino,
cierra sus puertas a una existencia
en un anestésico paralelismo
sumergida.

A través de tu diáfana silueta
no veo más allá, ni más acá,
sino la orilla de mis heridas,
donde como un náufrago
me abandono al tímido dolor
de la deriva.

Y poco a poco
me cubren los lejanos recuerdos
que en el horizonte se consumen,
esperando que vuelva a nadar.

Pero yo también espero
en ninguna parte,
sin saber el qué o a quién.
Llorando la memoria
que el olvido empuja
con cada una de tus olas.

MFV


14.9.14

Olores

El viento del atardecer transportó entre mis dedos diversos olores que guiados por un deseo irrefrenable, alcanzaron la cima de la nostalgia.
Logré distinguir el rastro que las peonías habían dejado en el aire, celebrando su primavera. Pude diferenciar dos olores, que en realidad se trataban de uno sólo: eran el aroma del mar rasgando las vestiduras de las piedras que acariciaban los pies del acantilado, y el olor de las partículas de roca bañadas y cubiertas por un manto de agua y sal.
El siguiente olor que identifiqué es el del amor. No es que piense que las emociones tienen una fragancia característica, si bien es cierto que cuando dos personas se quieren, desprenden una sustancia que contagia de felicidad a toda persona que esté a su alrededor.
Había una gran infinidad de olores que acompañaban a los anteriores: el beso del cuero de unos zapatos sobre el barro, el olor que las gaviotas abandonan sobre nuestras cabezas a su paso, el aroma que desprende un vestido nuevo danzando al ritmo del viento, el olor a un impaciente libro deseoso de ser leído. Hasta pude reconocer la fragancia que dejaban los segundos al morir.
Pero había un olor, uno de entre los centenares que logré diferenciar, que me transportó al pasado. Era aquel olor que había sido mío durante tres años, que había convivido conmigo y mis circunstancias, convirtiéndose él en mi única circunstancia durante aquel lapso de tiempo. Era un olor único en el mundo, formado por la más pura de las alegrías y el más oscuro de los dolores. Olía a vainilla y a caramelo de la tos. Es lo que pasa cuando eres joven y sientes un deseo irracional hacia el tabaco para aparentar madurez y seriedad. Olía a uña apaleada por una dentadura nerviosa.
Quizás lo que hizo que girara la cabeza, era haberme olido a mí mismo, al olor que tuve durante el único periodo en el que podía asegurar con certeza que estaba vivo. Pero cuando volví la vista, no era yo sobre quien mis ojos se posaron. No era yo, pero el hombre que yo era y que giraba la cabeza con la mirada a punto de desmoronarse, era fruto de aquella melena castaña a juego con unos ojos verdes y unos labios morados que alguna vez me arrancaron la piel tras una noche de pasión.
Hacía quince años que no veía a Catalina, pero no había conseguido olvidarme de su olor.

MFV

16.8.14

Soledad

"El nudo del nueve es el típico nudo que forma un lazo en un cabo. Es muy similar al nudo del ocho, pero este presenta una vuelta extra antes de acabar el nudo, tratándose de una alternativa más segura al nudo del ocho que te he enseñado esta mañana."
Estas palabras pronunciadas por mi abuelo hace varias décadas, acudían a mí como una sombra alargada del pasado. Revoloteaban a mi alrededor armonizadas con el tímido romper de las olas contra el pequeño velero de mi abuelo. Soledad se llamaba, en honor a su madre. Nunca conocí a mi bisabuela, pero tuvo que ser una mujer excepcional para que mi abuelo bautizara con su nombre el velero que tanto amaba. Mi abuela Susana siempre decía que ella era la amante de mi abuelo, pues este se había casado hace mucho tiempo con el mar. Pero a ella no le importaba ya que era una de las razones por las que se había enamorado de mi abuelo en sus tiempos de juventud. Y siguió amándolo por ello.
Cuando mi abuela me contó esta anécdota, me hizo la nieta más feliz del mundo. No fue hasta aquella confesión que yo fui consciente de lo que mi abuelo me quería. Mis padres siempre me contaban que desde que era pequeña mi abuelo me llevaba con él en sus escapadas por el mar. Es probable que la primera palabra que pronunciara fuera babor, sotavento o cualquier otro término marino, cosa que mi padre siempre le recriminó al suyo. Pero yo era muy feliz cada vez que mi abuelo levaba anclas. Y él era más feliz aún.
Siempre me pregunté si era desdichado anclado en el sofá de casa, con una casa inmóvil y una mujer que nunca había sido sirena. A medida que iba creciendo, comprendí que mi abuelo era feliz tanto en mar como en tierra, si bien es cierto que la felicidad que yo veía en sus ojos cuando navegaba a Soledad era más intensa, un sentimiento más básico y elemental que terminó por contagiarme. Este sentimiento imbuía de nostalgia cada paso dado en tierra, es por ello que se casó con la única mujer que fue capaz de hacer de contrapeso en su balanza vital, y darle un motivo para vivir en tierra y no abandonarse a la incesante caricia del mar que mecía su corazón de nómada.
Fue en una de esas enriquecedoras travesías junto a mi abuelo cuando aprendí todos los nudos existentes. Mi abuelo me los explicó mil veces con todo lujo de detalle. Recuerdo que me obligó a valorar la función de los nudos: "Cuando estés a kilómetros de tu hogar y lo único que tengas alrededor sea un manto azul interminable, debes tener algo que te sujete a la vida. Por eso son tan importantes los nudos. Si dejas cualquier cosa suelta, sin atar, dejarás de decidir tu destino y el azar jugará las cartas por ti". Él me aseguró que el nudo del nueve era uno de los más seguros y que siempre que saliera a navegar lo utilizara, pues a él le había salvado en más de una ocasión de una tragedia.
Completé el nudo tras realizar la última vuelta, como me enseñó mi abuelo. Ahora el olor de la cuerda recién comprada no me evocaba tiempos felices, y el sonido de las olas fue dejando paso a unos golpes sordos procedentes de la puerta de mi casa, golpeada por la policía. Año tras año me había estado ahogando en un mar de facturas impagables y deudas desproporcionadas, dejando que el azar trazara mi camino. Me subí a la silla mientras amarraba el nudo al techo, y encallé mi vida al mismo tiempo que la carta de embargo se depositaba sobre el suelo que jamás volvería a sentir.

MFV

3.8.14

Gambas y tiramisú

- ¿Quieres repetir gambas, hijo?
- Claro, papá -contesté mientras me alcanzaba la bandeja y me servía un par más.
- Cariño, te ha quedado estupenda la ensalada de queso de cabra -mis padres se miraron con la misma dulzura con la que llevaban amándose desde que tengo uso de razón-, ¿traemos ya el postre?
Mi hermana y yo asentimos con la cabeza. Mis padres se levantaron mientras nosotros terminábamos con nuestros platos, y volvieron en seguida de la cocina.
- Aquí tenéis hijos, tarta de tiramisú -dijo nuestra madre con una sonrisa de oreja a oreja-. Que cena tan estupenda hemos tenido, ¿verdad chicos?
Observé la estampa que formábamos los cuatro. Mi hermana y yo, compartiendo un yogur de tiramisú tras haber disfrutado de un plato de sopa de gambas, sin gambas. Una sopa previamente aguada para que la cantidad fuera suficiente para dos. Mis padres, mirándonos con una sonrisa empañada por las lágrimas que caían sobre sus platos vacíos, intentando disfrazar la realidad con trucos y juegos. Mi hermana ajena a las circunstancias que estaban marcando su niñez. Y todos sentados alrededor de la luz que nos proporcionaba un camping gas.
Fue aquella noche, la noche de mi sexto cumpleaños, cuando perdí la inocencia.

MFV

31.7.14

Humano, imperfecto, mortal.

El día que muera,
el día que cierre los ojos y apague la luz,
solo un deseo tendré por testamento.

No quiero morir como mueren
políticos y reyes.
Sobre un lecho de elogios desmedidos,
con coronas de frágil y temporal respeto
y un cortijo de fieles,
con el olvido trajeados..

No quiero morir como se marchan
ladrones y rufianes;
cuyo daño en vida no empaña
aquel beso tierno que no robaron
o aquel sueño cristalino
que no rompieron.

Quiero irme de este mundo
como el mendigo y el enfermo,
sin aditivos,
vestido con críticas y elogios,
rodeado de amor y odio.

Quiero una despedida
sin alabanzas.
Pero con lágrimas y sonrisas,
con los reproches y alegrías
que encontré por el camino.

Quiero morir igual que fui:
humano, imperfecto, mortal.

30.7.14

Mentiras de madrugada

Como cada vez, la enfermera vino pasada la medianoche. Miré el reloj y lo supe en cuanto vi la hora. Bajé a planta donde la compañera me entregó la historia clínica. Se trataba de una mujer joven, casada y con un hijo, que presentaba diversos hematomas en tórax y abdomen, sangrado de nariz y una costilla rota. Su cuerpo contaba una historia. Sin embargo, nadie había conseguido sonsacarle qué había ocurrido. Caminé por el silencioso pasillo hasta llegar a la habitación de la paciente y abrí la puerta despacio.
- Hola Claudia, ¿cómo estás?
Claudia me miró. En sus ojos no había ni iris, ni pupila. Tan sólo miedo y dolor. Suspiré con resignación y apreté tanto los puños que unas gotas de sangre acariciaron mis temblorosos dedos. Ella permanecía callada, pero su silencio valía más que mil palabras.
- Dime Claudia, ¿qué ha pasado?
Fijó la vista en el suelo, como intentando recordar un suceso ocurrido en un pasado muy lejano. Pero aquel suceso formaba parte de su presente. Yo podía verlo ahí, marcado en su piel. Tras unos segundos de trámite, levantó su mirada y me contestó con una falsa sonrisa.
- Lo mismo de siempre doctora. Voy a tener que hacer algo para que la bañera no resbale tanto.
Bajé la mirada y anoté aquella mentira en el informe por última vez.

MFV

27.7.14

Invierno

Como cada noche,
tu recuerdo duerme acurrucado en mis labios
que sueñan con bañarse en tu boca,
melancólicos del sabor a miel
que endulza cada lágrima que provocaste.

Sé, que mi odio no es más
que el amor cuando duele.
Y aunque pretenda
no verte, en cada parpadeo apareces,
desnuda y pura,
como dejaste mi alma.

Ando perdido y triste,
porque en tu lado de la cama
descansan mis ganas de amar. Sueño
que contigo duermo, y el despertar
se convierte en un castigo
para el que no fui preparado.

Me pregunto qué harás ahora,
quién te acompaña en tu vigilia.
A quién sujetas la vida
con tus brazos, a quién envuelves
con tu amor durante el invierno.

Un invierno que gobierna mi calendario
pues los meses y la vida pasan.
Y yo, que vivo y muero en el día
que te conocí, quiero arrancar mi piel,
la página en la que habitas.

Pero el invierno
sigue congelando
a la primavera.

MFV

Rx - VI

La poesía es una conversación entre el corazón y el alma. Son palabras que vuelan y se sumergen en el viento, transportadas a oídos desconocidos y ajenos, pero hermanos. Es un diálogo entre líneas temporales lejanas y mundos paralelos, son letras y sílabas que sin tocarse, se transforman. Como la energía. Pasan de la tinta del papel, a sangre bajo tu piel.
Porque eso es la poesía. Es sangrar con las heridas de otro y llorar con la pena ajena, coger los sueños rotos de un alma etérea desgarrada y dormir en su almohada. Es empezar a bailar sin música y a respirar sin ropa, ir a la playa y sumergirse en la arena, hasta que duela. Hasta llegar al centro de todo, donde no hay nada y descubrir que no hay ayer, ni mañana, ni ahora. Que todo es un mar de duda, un laberinto de incertidumbre donde andamos ciegos, mudos y sordos.
Vivimos con miedo al que vendrá, a ese horizonte que cada día, sin hacer ruido, se torna más tangible. Pero cada noche, como arrepentido, deshace lo andado y vuelve al pasado. Así, lo que veremos mañana no es más que la piel mudada de la utopía que vivimos. Persiguiendo hoteles ardiendo, alquilando fuegos por noche. Transformando respuestas en energía.
Y desnudos, despertamos junto al sol. Cada vez con más preguntas.

MFV

24.7.14

La oscuridad del flash.

Recuerdo aquella entrevista como si fuera ayer.

Yo era una chica normal que estudiaba biología en la universidad. Era una estudiante normal con amigos normales y una vida normal. Era bastante tímida, por lo que no me preocupaba en encontrar un novio con el que pasear por los parques como hacían todas mis amigas. Ellas decían que era rara, decían que era muy guapa y que podría tener a cualquier chico de la universidad, pero simplemente no era una de mis prioridades. También tenía una familia normal, bueno no tan normal si la comparamos con la familia de hace cincuenta años, pero todo lo normal que puede ser en los tiempos que corren

Una tarde tuve prácticas de laboratorio en una empresa que testaba productos cosméticos nuevos en animales. Estaba totalmente en contra de estas prácticas, pero tras conversar con el decano de mi facultad no me quedó más remedio que asistir a aquel horror. No aguanté mucho. Comencé a tener un sudor frío por todo el cuerpo y a ver algo borroso, a punto estuve de desmayarme. Una de las trabajadoras de la empresa me acompañó a los servicios para que bebiera un poco de agua y me recomendó esperar en el hall hasta que terminara la visita. Fue muy comprensiva, se dio cuenta perfectamente de que yo no quería estar allí y que lo estaba pasando mal, incluso vi un atisbo de comprensión y de vergüenza por lo que hacía cuando se despidió de mí.

No sé cuanto tiempo estuve esperando a que mis compañeros terminaran, pero aunque se me hizo eterno debido al aburrimiento, era mil veces mejor que ver como se justificaba el sufrimiento de unos animales para que las mujeres, y en los últimos tiempos los hombres, pudieran sentirse más bellas y cuidarse más. En estas reflexiones sobre las injusticias del mundo me encontraba cuando un hombre se acercó a mí.

-Hola, me llamo Pedro, ¿cómo estás?

Me tendió la mano y vi que me entregaba una tarjeta de presentación. Se llamaba Pedro Uribe y era vicepresidente de una agencia de modelos por lo que pude leer en la tarjeta. Se notaba que era un hombre adinerado, pues vestía un traje elegante a juego con unos zapatos negros que tenían pinta de costar más que mi matrícula de la universidad, lo cual en los últimos tiempos suponía mucho dinero.

-¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida.
-Sí, sí. No se preocupe -contesté pues aunque era tímida, más educada era si cabe-, ha sido un simple mareo. No me gustan mucho este tipo de sitios.
-Aunque no lo creas, te entiendo -se rió cuando vio que lo miraba extrañada-. Yo también era como tú de joven, con mis principios y mis ideales como si fueran la piel que mostraba mi alma revolucionaria. Pero el paso del tiempo me cambió y me convertí en lo que soy ahora.
-¿Y qué es lo que es usted ahora? Si me permite la intromisión.
-Tranquila, no es la primera vez que me lo preguntan -más tarde comprendí quiénes habían formulado la misma pregunta-. Me he convertido en lo que siempre critiqué, un hombre de negocios defendiendo los intereses de las empresas que tanto odié en mi juventud. A veces me pongo a pensar y me planteo mi vida, si hice bien en romper con todo lo que creía.
-Nunca es tarde para cambiar -le miré con cierto miedo, pues esperaba que su historia no fuera un reflejo de la ruta que iba a tomar la mía-. Siempre puede recuperar sus ideales y volver a ser aquel joven revolucionario.
-Ojalá fuera eso cierto -suspiró, como si hubiera sido aquel joven idealista el que hubiera exhalado su último aliento-. Pero me temo que ya es tarde, hace tiempo que dejé de perseguir fantasmas. En cambio, tú todavía estás a tiempo de aprender de mis errores.

Me quedé pensando en mi futuro, en si yo también perdería la fe en todo por lo que había luchado hasta el momento y me convertiría en aquello que llevaba años criticando. Mientras seguía divagando, se abrió el ascensor del vestíbulo y de él salió una señora de mediana edad, vestida elegantemente con una americana negra que junto a su camisa blanca y sus tacones, le daban un aire de autoridad y de seguridad en sí misma que yo tanto deseaba. Se acercó con paso decidido a Pedro y le confirmó su interés en hablar de un nuevo convenio, pero que tendría que esperar una semana porque tenía que hacer un viaje al extranjero. Pude ver que se conocían desde hace tiempo, pues el trato era cercano y hasta cariñoso entre los dos. Estuvieron hablando de sus familias y de las vacaciones que estaban a la vuelta de la esquina hasta que ella tuvo que marcharse.

- Oye mira -comenzó a decir Pedro-, como has podido ver me han cancelado una reunión que tenía ahora, así que tengo tiempo libre. ¿Quieres que te lleve a casa? No me importa.
- Verá... es que debería esperar a mis compañeros y al profesor -me excusé.
- Venga, mañana dirás en la universidad que te encontraste peor y te tuviste que ir. En la vida hay que saltarse las reglas de vez en cuando, ¿no? Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Eh... Silvia... Pero...
- Vamos Silvia, sígueme -me tendió la mano mientras me sonreía.

No sé por qué lo hice. Ahora soy consciente del error que cometí pero en aquel momento no era consciente de las consecuencias que aquel simple gesto, tomar la mano de Pedro y subirme en su coche, iban a tener en mi vida. Todo se vino abajo en aquel trayecto, en las palabras que intercambiamos en su lujoso vehículo. Pensándolo fríamente, no me reconozco cuando vuelvo a recordar aquella mañana. Esa no era la Silvia que yo había sido durante veintidós años, era alguien totalmente diferente a mí. Llevaba mi ropa, mi piel y mi cabello, y hasta tenía la misma voz, pero interpretaba un papel que no era propio de ella. Aquella Silvia se puso un traje que le venía grande, en el que no se sentía cómoda. Pero en aquel momento no supe verlo, más bien no quise verlo. Así, ciega e ilusa, llegué a casa mirando con cara de tonta la tarjeta de Pedro, como si hubiera un mensaje oculto que me avisara de lo que iba a ocurrir, que me rogara que volviera a ser yo misma. Pero la respuesta se encontraba dentro de mí, justo en el aquel rincón que ya había olvidado, que no merecía mi atención.

Durante las semanas siguientes viví como en una nube. Mis amigas no daban crédito, todas estaban incluso más contentas que yo. No se sorprendieron para nada cuando les conté la historia, a todas se les hacía raro que no me hubiera ocurrido antes. Mi familia se mostró reticente al principio, sobre todo mi madre. Le daba miedo que sufriera, que me convirtiera en alguien que no quería y que dejara los estudios. Le prometí que aquello no ocurriría, que era algo que necesitaba probar pues era la primera vez que alguien alababa mi cara, mi sonrisa y mi cuerpo. ¡Y me daba la oportunidad de vivir de ello! O, al menos, de intentarlo. Quería hacer algo radical en mi vida, quería probar una experiencia nueva e vivir cosas distintas. Pero al mismo tiempo, quería ser yo misma y no cambiar, mostrar al mundo que se puede vivir de esta profesión sin una máscara y ser tu misma, con tus virtudes y tus defectos.

Ahora pienso en aquella Silvia, ingenua e ilusa, mientras los dedos entran y salen de mi boca, mientras expulso todo por lo que creí y luché. Todo el odio que tenía por el sistema terminó en el fondo del retrete en forma de bilis. Una, dos, tres y hasta cuatro veces vomité mi pasado en aquel baño, dando la razón a las empresas que traficaban con la belleza de las personas e imponían ideales a la sociedad, o irreales más bien. Aunque yo sabía todo esto, estaba atrapada en su juego, junto a otras mujeres y hombres que no éramos más que peones, cabezas de turco que suponían una meta para mucha gente. Nos vendían como lo máximo en cuanto a belleza y físico se refiere, mientras nos reducían al mínimo como seres humanos.

Todo esto pensaba mientras desfilaba, mientras los flashes de las cámaras derretían mi cuerpo. Y mientras me dejaba llevar por la pasarela, yendo y viniendo como un boomerang lanzado al vacío, me preguntaba como es posible que los flashes no llegasen a lo que hay detrás de los anuncios, de los cosméticos y de las sesiones de fotos, e iluminasen los baños donde desaparecen poco a poco las personas, donde muere la belleza.

MFV

21.7.14

Latidos de cristal

Al mar sólo le pido que me lleve despacio
y me ahogue sin prisa.
acunado en sus húmedos y eternos cabellos
por la brisa mecidos.

Quiero que mis lágrimas rompan con sus olas,
de incesante caminar,
que descanse en sus labios de espuma mi memoria
y en la orilla agonice.

Como un amor perdido regresan aquellas horas
tristes y acompañadas,
de fantasmas perdidos en recuerdos de un tiempo
que nunca conocí.

Aquí mueren los sueños, donde el ayer termina
y respira el mañana,
como vuelan sin miedo las hojas en otoño.
Latidos de cristal.

MFV

17.7.14

Eras tú

¿Qué le faltaba al silencio del viento,
al abrazo del mar sobre la roca,
a la huella sobre la arena del camino
recorrido abrazado a la soledad?

¿Qué acompañaba sin saberlo a cada suspiro,
a cada mirada que busca en un cruce
un accidente que el corazón detenga,
a cada lágrima al vacío regalada?

¿Qué sostenía el hilo de mi respiración,
el latido que suponía la cadencia
que poco a poco,
callando y en silencio,
me acercaba inexorable al mañana?

Eras tú poesía, eras tú
en cuerpo de mujer convertida.
Esperando paciente cada amanecer
tras la luz del sol,
que llega al morir la noche
y al nacer la vida.

MFV


15.7.14

El último baile

Déjame bailar contigo esta noche,
aunque ya no seamos los mismos
y no haya más música que el latir
de dos vidas desacompasadas.

Quiero tus piernas entre las mías,
tus sueños en mi vigilia,
y el sudor de tus manos
evaporando mi camisa.

Acompáñame en este último viaje
sin maletas, tan solo recuerdos,
y una melodía compuesta por el vibrar
de nuestra efímera existencia.

Ya no quedan notas ni instrumentos que tocar,
somos tú y yo, un pentagrama en cada pie,
bailando el silencio de nuestra partitura.

¿Qué pasó? Nos preguntaremos siempre,
para convertir la pasión del tango
en lluvia sobre nuestra mejillas.

¿Qué pasó? Nos preguntaremos siempre,
para olvidarnos de lo que fuimos juntos
y desaparecer cada uno por separado.

Aun mantengo la esperanza
de verte una vez más.
Cuando nuestros pies bailen sin miedo
y el silencio pase a ser canción.

MFV

11.5.14

El racismo olvidado

27 de abril. Se está disputando el Villarreal-Barcelona en el estadio El Madrigal y el árbitro pita córner. Justo antes de que Dani Alves se disponga a efectuarlo, un joven desde la grada arroja un plátano al campo y el jugador del FC Barcelona, en vez de indignarse y parar el juego, decide no darle mayor importancia, comerse el plátano y continuar el partido.

Bravo Dani. Se merece una eternidad de aplausos más allá de su manera de ser y de su actitud en general. El racismo es una lacra que desgraciadamente está muy presente en la sociedad actual y es más llamativa en el fútbol. ¿Por qué? Por la cantidad de personas que disfrutan de este deporte. La cantidad de dinero que genera el fútbol así como su número de seguidores, obligó en algún momento a las cadenas de televisión a colocar cientos de cámaras para captar todos los detalles y matices que se producen a lo largo de noventa minutos. Así, el despreciable acto racista de lanzar un plátano a un jugador de color, llegó a todos los rincones del mundo.

Y el mundo respondió. Desde las redes sociales hasta algunos programas de televisión, se clamó en contra del racismo y se exigió una lucha más contundente. Jugadores de fútbol, presentadoras, miembros de las instituciones y personas sin tanta notoriedad pública se indignaron porque hoy en día aún tengamos que aguantar comportamientos que tendrían que estar ya olvidados.

El joven fue sancionado con la retirada del carnet de socio del Villarreal, que ya no podrá disfrutar de los partidos de su equipo en su estadio, y el club tendrá que pagar 12.000€ como castigo después de que el Comité de Competición se pronunciara al respecto. Dani Alves, días después, mostró su descontento con la educación de la sociedad española, tildándonos de país atrasado. El jugador del Barcelona también expresó su opinión al decir que él colgaría la foto del fan para que todos pudiéramos verlo y prácticamente llevar a cabo un linchamiento público.

Todo esto amplificado y reproducido hasta la eternidad por parte de los medios de comunicación, orgullosos de sentirse el megáfono de la lucha contra el racismo.

Hasta aquí, salvo la demanda de Alves de publicar la foto del joven que fue detenido, no hay nada reprochable en la serie de actos que se desencadenaron tras el lanzamiento del plátano. Podemos sonreír al observar la contundente y rápida respuesta contra el racismo que se ha producido en nuestro país.

Pero hay otros mundos. Hay un mundo más allá de la pantalla del televisor, allí donde no se mueven tantos millones que atraigan la presencia de unas cuantas cámaras que retransmitan la realidad de ese mundo. No harían falta tantas cámaras, con que hubiera dos o tres serían suficientes para que todo el mundo viera lo que ocurre más allá del fútbol.

En este mundo, se producen cientos de redadas racistas al año que no son denunciadas por ningún medio de comunicación. También tienen lugar intentos de entrada en nuestro país que terminan con ataques con extintores a los inmigrantes e, incluso, fallecidos que por razones desconocidas no se quieren investigar. Más allá del televisor, se colocan cuchillas que impidan que lleguen personas (no tratadas como tal) de fuera, pero que lo único que hacen es provocar más dolor a aquellos que huyen del horror. Hasta se produce, en dicho mundo, el cómico caso de un camerunés detenido 160 veces por su cara. Y quizás, en este mundo, se haya llegado al extremo de la deshumanización dejando a los sin papeles fuera de la sanidad pública.

Sin embargo, todo esto no va acompañado de reportajes en televisión detallados o exhaustivas investigaciones policiales. No vemos que haya multas para aquellos dirigentes que, o bien no detienen este tipo de comportamientos, o bien los promueven y defienden. Tampoco observamos carteles por las calles con la foto de ese policía racista o ese político que decide colocar cuchillas que sabe que sólo van a producir más dolor. No hay ninguna respuesta mundial llena de ira e indignación contra estos comportamientos.

¿Por qué? Porque más allá del fútbol y de las cámaras de televisión, también está España, donde hay racismo. Igual no quieren que lo veamos o quizás no piensan que algunos actos y comportamientos que se producen con cierta frecuencia en nuestro país, puedan definirse como racistas cuando sí lo son.

Pero lo cierto es, que si viajamos más lejos de la frontera donde se encuentra el césped de los campos de fútbol, el dinero y los medios de comunicación, podemos observar ese mundo olvidado. Ese racismo olvidado.

MFV

30.4.14

Little Boy

Eizō sabía que aquello no había terminado. Sentado en el coche de camino a casa, era consciente de que tan solo había comenzado a sufrir las consecuencias de su acto. Por eso tenía miedo, porque conocía a su padre y su sentido de la disciplina y del respeto hacia las normas. Sin embargo, Eizō no se arrepentía de nada en absoluto, pues a pesar de conocer las consecuencias había llevado a cabo su plan. Y, sinceramente, lo volvería a hacer mil veces más.
Había aguantado estoicamente la reprimenda del director del colegio. Se había preparado para ello, no iba a ser el primer alumno que después de colocar un petardo en los baños de las chicas se fuera a ir tan tranquilo a su casa. Sin embargo, lo que no esperaba era que el director le fuera a expulsar del colegio durante una semana. No contaba con recibir un castigo tan severo, pero no iba a ser ni la mitad de severo que lo que le esperaba en casa. Su padre había estado presente en el despacho del director, no era la primera vez que estaba sentado junto a su hijo por alguna travesura que este había hecho. Pero sí era la primera vez que expulsaban a su hijo. Aunque fuera de manera temporal, para el padre de Eizō aquello suponía un ataque al honor del apellido familiar. Eizō era consciente de ello y por eso tenía tanto miedo sentado en el asiento trasero del coche.
Su padre no había pronunciado ninguna palabra desde que habían salido del colegio. Ni siquiera había respondido a las disculpas repetidas de Eizō, el cual se desesperaba por obtener alguna frase de su padre. Terminó desistiendo, consciente de que en cuanto llegaran a casa estallaría la tormenta. 
El padre de Eizō aparcó el coche en el garaje y, con el mutismo manifestado en los últimos veinte minutos, indicó a su hijo que entrara en casa. Eizō abrió la puerta de su casa y se dirigió a la cocina como tenía por costumbre. Se sirvió un vaso de leche y esperó sentado a su padre. Entró tras unos minutos con la cara descompuesta y los ojos enrojecidos, como si hubiera estado llorando. Eizō había visto llorar a su padre solo una vez, cuando se murió su madre a causa de un cáncer tras semanas de cuidados en el hospital. Así que Eizō se dio cuenta de la gravedad de lo que se le venía encima.

-Eizō... No sé qué hacer contigo -comenzó a decir su padre. Sin embargo, su tono no era de enfado o furia, sino que se notaba un sentimiento de decepción detrás de cada palabra-. Hace unos años que murió tu madre y yo me veía incapaz de criarte sin su apoyo. De veras que lo he intentado. No sabía si debía ser benévolo y consentir tus chiquilladas o ser más bien recto e inflexible para que valoraras el respeto y la obediencia. 
-Pero Sumiteru... 
-¡Cállate Eizō! -le interrumpió su padre- Antes no era un buen padre, pero al menos tenía a tu madre para enseñarme a serlo -una lágrima cayó por sus mejillas. Eizō estaba realmente asustado-. Pero sin ella, he perdido el control sobre tu vida y tu educación. Es evidente que no he sabido ser un padre para ti, te he fallado.
-No me ha fallado, Sumiteru, ha sido un gran padre desde que madre se fue -Eizō lo decía en serio, no sabía que hubiera hecho sin su padre-. No se martirice ni se sienta culpable, aquí el único responsable soy yo.
-No es verdad, hijo mío. Tu educación es mi responsabilidad y ha quedado demostrado que esta me venía grande aún viviendo tu madre. Por eso -por el tono de voz de su padre, Eizō no se esperaba nada bueno-, he decidido que voy a enviarte a un internado a las afueras de la ciudad. 

Ahí estaba, la tormenta anunciada por la calma durante el trayecto en coche. Había estallado, ahogando a Eizō en aquella pequeña cocina. Se esperaba un castigo duro, un mes sin poder salir de casa o que tirara todos sus juguetes a la basura. Pero no estaba preparado para el exilio y vivir los cincos años que le quedaban hasta la mayoría de edad aislado. Sin ver a sus amigos, sin disfrutar de las clases de historia, sin la compañía de Akiko...
¡Akiko! Se había olvidado completamente de ella. Ella era la culpable de que le fueran a mandar a mandar a las afueras de la ciudad, recluido en un internado durante los próximos años. Akiko le había prometido que si tiraba un petardo en los baños, le daría un beso. Se había aprovechado de sus sentimientos, había jugado con él a cambio de un rato de diversión. Pero ella había salido indemne, mientras que a él lo iban a encerrar junto a otros jóvenes problemáticos. Se levantó decidido a descargar su enfado sobre su amiga.
-¿A dónde te crees que vas Eizō? -pero su padre recibió por respuesta un empujón, cayendo al suelo mientras veía como su hijo salía corriendo de la casa- ¡Vuelve aquí! ¿Quién te has creído que eres?
Pero Eizō no escuchó nada de aquello. Sólo corría y corría, en dirección a casa de Akiko, cinco kilómetros al norte de la suya. Corría con una energía que provenía de la furia y del dolor por sentirse traicionado. Traicionado por su padre, que en vez de luchar e intentar cuidar a su hijo, se rendía a la primera de cambio y lo mandaba a que otros se encargaran de su educación. Y traicionado por Akiko, su primera amiga que se había convertido en su primer amor, que lo había abandonado en la estacada, dejándolo a merced de la jerarquía escolar y de su padre. Jamás se lo perdonaría.
Se sorprendió cuando llego a casa de Akiko tan rápido, tenía la sensación de que no habían pasado ni tres minutos desde el empujón a su padre. Llegó sudando y agotado, pero decidido a que su amiga fuera consciente de su sufrimiento. Se fue a la parte de atrás de la casa de Akiko, como hacia siempre, y cogió un par de guijarros del suelo. Se escondió detrás de un Ginkgo Biloba que tenía plantado el padre de Akiko y empezó a lanzar las piedras a la ventana de su amiga, en el segundo piso. 
Aquel árbol tenía un significado especial para Eizō. Siempre que visitaba a Akiko, recordaba aquella tarde de verano en la que viendo como el sol bañaba los cabellos rubios de su amiga, se dio cuenta de que estaba enamorado. Hacia meses de aquella tarde, meses en los que se había atormentado por padecer un sentimiento no correspondido. Eizō era demasiado tímido para confesar su amor por Akiko, tenía miedo al rechazo y que la amistad que mantenían los dos jóvenes cayera en el olvido. No podía permitirse perder a su amiga de toda la vida porque él se hubiera vuelto loco y se hubiera enamorado.
Todos estos sentimientos volvieron a su corazón bajo la sombra del Ginkgo y Eizō se preguntó por qué estaba enfadado. En ese momento, unos dedos rozaron la palma de su mano y su corazón volvió a latir. Giró la cabeza y ahí estaba Akiko, la tormenta que había comenzado el último verano en su corazón. Se sentía incapaz de estar furioso con una sonrisa que le había descubierto una forma nueva de respirar.

-Eizō -la dulce voz de Akiko era la nana que adormecía su atormentado corazón-, he oído que te han expulsado del colegio una semana. Lo han dicho en mi clase pero no me lo he creído. Es tan solo un rumor, ¿verdad? -preguntó su amiga con un mar de arrepentimiento en la mirada.
-No, Akiko -Eizō hablaba con serenidad, su enfado se había esfumado-. El director ha sido muy claro. Tengo que quedarme una semana en casa o quizás más.
- ¡No puede ser! ¡Fui yo quien te propuso hacer aquella estupidez! Me siento horrible Eizō -la joven rompió a llorar en cuanto vio sus sospechas confirmadas. Eizō no pudo resistirlo y la abrazó, intentando protegerla de la culpa-. Tengo que ir a hablar con el director, igual consigo que te expulsen menos días o que me castiguen a mí.
-Déjalo Akiko, es mejor así. Cumpliré mi semana de castigo y ya está. Todo volverá a ser como antes.
-Espera, ¿por qué has dicho que quizás tienes que quedarte más días en casa?
Eizō no quería aquella pregunta y se dio cuenta tarde de su error. Pero era incapaz de mentirle a Akiko mirándole a los ojos.
-Verás... No sé cómo decirte esto... -las palabras se le atragantaban y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos- Pero mi padre ha decidido mandarme a un internado a las afueras de la ciudad. 

Eizō esperaba un grito de incredulidad por parte de Akiko o un gesto de enfado. Pero la joven se quedó parada a su lado, sosteniendo aún su mano, sin decir nada. No le miraba a los ojos, miraba al suelo, quizás buscando la solución al problema que había causado. Eizō, sin embargo, no podía dejar de mirarla y recordar de manera tan nítida el momento en el que se había enamorado. No estaba enfadado, era incapaz de estarlo y apretó la mano de Akiko para que se diera cuenta de que seguía ahí, seguía siendo su amigo y siempre lo iba a ser.
Akiko levantó la mirada y Eizō pudo ver un arrepentimiento profundo en sus ojos. Había esperado meses desde aquella tarde bajo el Ginkgo para llenarse de determinación. Aquel era el momento y, sin saber de dónde provenía aquella valentía, bajó la cabeza dispuesto a besar los labios de Akiko. Pero esta lo detuvo colocando su mano en el pecho de Eizō. "No puede ser, ¿qué más puede pasarme hoy?" pensó el joven mientras el único motivo para sonreír se desvanecía entre sus dedos.

-Lo siento Eizō -aquellas palabras destrozaron lo poco que quedaba del corazón del enamorado-. No puedo dejar que me beses. Tiraste el petardo y yo siempre cumplo mis promesas.

Y Akiko alzó sus pies hasta alcanzar con sus labios los labios de su amigo. Se besaron como llevaban tiempo deseando, acompasando sus movimientos al latir de sus corazones. Alargaron aquel beso por cada día que habían malgastado por no decirse que se amaban. Querían convertir los segundos en eternidad y que aquel momento no terminara nunca, pues sabían que la fugacidad de la vida jugaba en su contra. Se abrazaban con miedo a desaparecer, y los brazos de la joven pareja desaparecían entre los cabellos del otro. Akiko paró y miró a los ojos de Eizō, traspasando las barreras y llegando a lo más profundo de su alma.

-Prométeme que no me vas a dejar nunca. No puedes irte, te necesito.
-Akiko -las lágrimas corrían por las mejillas de Eizō. Nunca se había sentido tan feliz-, hablaré con mi padre. Te juro que no te dejaré ir nunca.

Y volvieron a besarse, un beso que se tornó eterno. En ese momento, Little Boy fue liberada por el bombardero Enola Gay americano, impactando a cien metros del Ginkgo de casa de Akiko. Setenta mil japoneses, en el mismo último segundo de sus vidas, fueron conscientes de lo que supone entrar en guerra contra Estados Unidos y las consecuencias humanas que iba a traer la Segunda Guerra Mundial.
Akiko y Eizō dejaron este mundo abrazados y haciendo realidad su último deseo. Su historia es la que nos cuenta ese Ginkgo que se convirtió en uno de los pocos supervivientes del bombardeo de Hiroshima y es el testigo de la historia de miles de japoneses inocentes que fallecieron aquel seis de agosto. 
Aquel Ginkgo sigue aún llorando en la actualidad, pues aún no entiende qué necesidad había de lanzar aquel petardo. Un petardo que lo dejó sufriendo en la soledad de la nueva Hiroshima. 




25.4.14

Reflexiones postsantjordi

Me encanta la lectura. ¿Qué puedo decir? Me fascina sumergirme en un mar de letras y ahogarme. Ahogarme en esas historias fascinantes sobre personas que vivieron en otro tiempo o que nunca vivieron, sobre mundos ya descubiertos o mundos fantásticos que nuestros ojos nunca llegarán a ver. Sentir las emociones de los personajes, llorar con ellos y reír con su felicidad, angustiarme con su miedo y volverme loco con sus amores casi imposibles.

Son otras vidas y podemos vivirlas gracias a los libros. Me siento muy identificado con una frase de un escritor que vive más allá del Muro: "Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que nunca lee vive solo una." He sido Jon Nieve y Tyrion, pero también fui en algún momento de mi vida Don Quijote y Sancho, fui Segismundo y cursé en Hogwarts cuando me convertí en Harry Potter. Si en el preludio de mi muerte tuviera que escribir mis memorias, tendría que dedicar varios capítulos a esos personajes que me han marcado y me han hecho vibrar a través de las palabras.

Pero los libros no solo sirven para conectar con unos personajes y sus historias. Los libros conectan a las personas. Dos personas totalmente desconocidas caminan por la calle y se cruzan. Una de ellas se fija en que la otra está leyendo aquel libro que lo emocionó hace un tiempo y su corazón se acelera. Es una chispa breve, dura muy poco, pero no es banal. Al final de nuestras vidas podríamos sumar los segundos que nos enamoramos gracias a las portadas de los libros y quizás, podríamos irnos unos días de luna de miel con uno de esos amores que se guardan en el olvido de nuestros recuerdos.

En la actualidad, esos segundos se esfuman de nuestra memoria. Hoy en día proliferan los libros electrónicos por las calles de nuestras ciudades. Yo mismo tengo uno. Estos aparatos han ayudado a que la lectura haya aumentado en la sociedad, pues ponen al servicio del usuario un formato de libro más asequible. Pero estos libros están huérfanos de portada.

Así que, por mucho que la tecnología avance cada día a pasos agigantados, no olvidéis nunca comprar un libro nuevo, disfrutar del olor de sus páginas aún no leídas y empezar a vivir historias grabadas en la eternidad del papel. Dejad que otros desconocidos se enamoren de vosotros.

MFV

14.4.14

Las lágrimas de Éibar

Los seres humanos seguimos sin haber descubierto una máquina para viajar en el tiempo, pero aún así seguimos haciéndolo día tras día. Esta mañana, sin ir más lejos, he viajado en el tiempo, pero habrá más viajes seguramente. En los últimos años, se había convertido en una práctica habitual entre la gente de mi generación.

Hay muchas maneras de viajar en el tiempo: soñando, viendo una fotografía o un vídeo antiguo, visionando documentales sobre épocas que uno ha vivido y diversas formas más de volver a un tiempo pasado. Yo pensaba que había probado todas las maneras posibles de viajar a un tiempo ya vivido, pero hoy he estrenado un nuevo medio de transporte: la lágrima.

La lágrima es provocada por cierto tipo de situaciones que generan una emoción dentro de nosotros y creo que es el recuerdo de esas emociones vividas lo que me ha ayudado a viajar hoy en el tiempo, concretamente a transportarme 83 años, al mes de abril del año 1931.

Recuerdo aquella madrugada como si fuera ayer, de hecho como si fuera ahora mismo. Toda la ciudad estaba nerviosa por los resultados electorales de hacía dos días, en los que habíamos ganado aquellos que nos considerábamos republicanos. Es cierto que no había sido una victoria aplastante, pero habíamos conseguido resultados favorables en varias capitales de provincia y se respiraba una sensación de cambio en el ambiente.

En los bares no se hablaba de otra cosa, los habitantes de la ciudad estaban más que contentos con los resultados pero había cierta intranquilidad también. Nadie estaba seguro de que se fuera a proclamar la segunda república en España, una duda lógica. La monarquía no era proclive a ceder su poder sin más, y menos tras unas elecciones democráticas que nunca habían sido del agrado de los monarcas a lo largo de la historia. Pero estas elecciones municipales eran diferentes. Una parte de la sociedad ya estaba harta del sistema político que regía sus vidas y había visto en estas elecciones, el momento ideal para plasmar su descontento e iniciar el cambio de ruta en la política de España.

Sin embargo, habían pasado ya 24 horas desde que se conocieron los resultados de las elecciones y nada había cambiado. Había rumores y noticias filtradas de que el rey Alfonso XIII iba a abandonar el país ante la victoria republicana en varias capitales de provincia, a pesar de haber en total más concejales monárquicos gracias al caciquismo de las áreas rurales. A medida que el día posterior a las elecciones avanzaba y llegaba a su fin, la ilusión y la esperanza de los republicanos fue desmoronándose dando paso a la resignación. Todos éramos conscientes la noche del 13 de abril de que quizás nada fuera a cambiar.

En aquellos días, yo formaba parte de una asociación de jóvenes republicanos de mi ciudad. La madrugada del día 13 al 14 nos escapamos de nuestras casas para acudir al bar donde nos solíamos reunir cada semana. El dueño del bar, Julián, era también republicano y nos cedía su local una noche a la semana, noche que aprovechábamos para debatir sobre la situación socio-política española. Aquella noche, Julián había decidido convocar una reunión de emergencia porque tenía una noticia que quería compartir con nosotros.

Recuerdo que todos llegamos con nerviosismo y expectación al bar. No sabíamos qué nos iba a contar Julián, si la noticia supondría una alegría en nuestras vidas o un jarro de agua fría sobre nuestra esperanza. Allí estábamos los dieciséis amigos de toda la vida, en la puerta del bar, esperando a Julián, que tardó un poco más en venir. Llegó sudando y rápidamente abrió el bar y nos mandó tomar asiento. Se le veía visiblemente alterado, pero creo que yo fui el único que vio un atisbo de alegría en sus ojos.

Contó la noticia sin hacernos esperar más. Su sobrino Mateo Careaga, concejal de Acción Republicana, había sido elegido hacía dos días por los habitantes de la ciudad junto a otros dieciocho concejales más. Este le había confesado a Julián que aquella madrugada, alrededor de las seis y media, se iba a proclamar la República en Éibar y que después vendrían Valencia, Barcelona y Madrid. La noticia era más que buena, pero mis compañeros no se la terminaban de creer ya que durante 24 horas las noticias que habíamos recibido habían sido más bien desmoralizantes.

Entre decepcionados y enfadados con Julián y conmigo por nuestra inocencia, nuestros amigos republicanos abandonaron el bar. Faltaban unos minutos para la hora que el sobrino de Julián había indicado como el inicio de la segunda república. Yo, movido por una seguridad que nunca supe decir de dónde vino, busqué un trozo de cartón en el bar y escribí en él "Plaza de la República". Julián miró todo el proceso con interés y en su mirada se veía un sentimiento de gratitud profundo por haber sido el único que había confiado en su palabra.

Estábamos cerca de la hora marcada cuando llegamos a la Plaza de Alfonso XIII, en el centro de Éibar, donde se encontraba el ayuntamiento. En unos pocos minutos, en teoría, se iba a proclamar la segunda república. Julián y yo nos dimos cuenta cuando llegamos que no éramos los únicos que se habían creído la noticia, pues un centenar de convecinos se había congregado frente al ayuntamiento. Aquello nos infundió más esperanza. Pero detrás de ese sentimiento tan visible en la mirada de los que allí nos encontrábamos, había mucho miedo. Miedo de que todo fuera mentira, de que la esperanza diera paso a un vacío de ilusión que pudiera no llenarse nunca.

Se respiraba esperanza y miedo a partes iguales en Éibar a las 6:30 de la madrugada. Porque la hora llegó, y con ella la salida del sobrino de Julián al estrado del ayuntamiento con la tricolor que muchos en España llevábamos en nuestros corazones. La bandera fue izada en el balcón central del ayuntamiento y Juan de los Toyos, miembro del PSOE, dio cuenta desde él al pueblo congregado, que a partir de aquella hora los españoles estábamos viviendo en República. Todos gritamos de alegría y más tarde mis compañeros y otros habitantes republicanos de Éibar se unieron a nosotros en nuestra fiesta. Yo estaba exultante y recuerdo cómo cogí el letrero de cartón que había recogido en el bar de Julián y lo colgué tapando el letrero que llevaba grabado "Plaza de Alfonso XIII" para que ahora todos supieran que estaban en la "Plaza de la República".

Recuerdo como una lágrima cayó por mi mejilla cuando vi colgado el letrero en la plaza. El sentimiento de esperanza y la expectación por cambiar el rumbo político del país y las vidas de los españoles, las ganas de modernizarnos y vivir en un país justo e igualitario, donde se eliminarían las diferencias entre clases y todos pudiéramos tener una vida digna, la vida que todo ser humano merece tener. Todo esto formaba parte de aquella primera lágrima derramada en honor a la República.

Todas esas ideas cruzaron mi mejilla aquella madrugada del 14 de abril de 1931. Hoy, esas mismas ideas desbordaban mis ojos inundando mis mejillas. Hoy, 14 de abril de 2014, me encuentro haciendo cola en Cáritas porque mi pensión no me permite llevar una vida digna. Porque con mi pensión tengo que pagar el piso donde vivo y ayudar a mi hijo, que está en paro, para que mis nietos tengan una vida mejor que la mía. 83 años después de aquella lágrima en Éibar, mi tristeza tiene el mismo sabor a esperanza y a que algún día se conseguirán los objetivos que aquella República perseguía. Pero hoy, saboreando mis lágrimas mientras espero unos alimentos que no puedo pagar, solo una pregunta recorre mi cabeza: ¿por qué?

MFV

8.3.14

Te cambio

Te cambio,
por todo
lo que me cambiaste.

Te cambio
el sabor de una lágrima
por la luz de una sonrisa,
el silencio de los besos
por el sendero de tus caricias.

Te cambio
el café del mediodía
por un amanecer en tus rodillas,
el tiempo que vivimos juntos
por unas rotas manecillas.

Te cambio
a ti por mí,
al hombre triste que era
por el desconocido
en el que me convertí.

Te cambio
la muerte por la vida,
el sueño de un espejo roto
por el dolor
de las heridas.

Te cambio
el gris de mis entrañas
por un suelo de marfil,
la anhedonia del oxígeno
por la inercia del sentir.

Te cambio
todo lo que soy ahora
por saber a dónde ir.

MFV

20.2.14

El viaje de las cifras.

Eran quince desconocidos, al menos hasta hacía unas semanas. No se habían visto nunca o tal vez se habían cruzado en una plaza, en el mercado o en cualquier calle de la ciudad, pero no habían reparado en sus rostros. A lo mejor habían intercambiado alguna palabra educada o algún insulto a causa de un malentendido, puede que incluso hubieran coincidido en casa de un tercero del cual eran amigos. Pero no fue hasta hace unos cuantos días que fueron conscientes de su existencia.

¿Por qué se conocieron? Porque el destino une aquello que merece ser unido. Eran quince desconocidos con una cosa en común: soñaban con un viaje a una vida diferente. Llevaban mucho tiempo planeándolo, cada uno por su cuenta, pero eso fue lo que los hizo coincidir en aquella reunión. Estaban cansados de la monotonía de sus vidas, del paso de los días vacíos de emoción alguna que les acercaba lentamente a un futuro anodino. Quizás hubieran seguido así toda su vida de no ser por haberse encontrado y darse cuenta de que no eran los únicos. Uno solo podía dudar, pero quince debían ser valientes.

Desde el momento en el que se conocieron, pusieron en común sus planes. Cada uno fue aportando su idea de cómo debían llevar a cabo el viaje de sus vidas y, poco a poco, lo que en un principio se presentaba como un sueño imposible, se fue convirtiendo con el paso de los días en una realidad ineludible. Había que marcharse, cuanto antes mejor. Todos coincidían en que querían dejar sus vidas atrás y empezar desde cero.

Pasaron de ser unos completos desconocidos a verdaderos amigos, casi hermanos. Sabían que dentro de poco iban a tomar la decisión más importante de su vida, la que lo cambiaría todo para bien o para mal, pues eran conscientes de los riesgos que iban a correr. Pero eran quince compañeros y cuando uno dudaba, el de al lado le pasaba el brazo por el hombro y le tranquilizaba. "Todo va a salir bien, por fin vamos a vivir" se decían los unos a los otros. Habían construido algo juntos, un futuro en el que creer, un horizonte que guiaba sus pies alejándolos de una vida triste y dura. Cada uno había pasado por cosas diferentes, pero similares en su esencia. Hechos que les habían destrozado por dentro, dejándolos desprovistos de sueños y de esperanza de encontrar algo mejor, de sonreír por una vez en sus vidas.

El día se acercaba inexorable y no había marcha atrás, la decisión estaba tomada. Dedicaron el día anterior a su marcha a despedirse de vecinos y familiares. Se besaron, se rieron, lloraron y bailaron para celebrar su partida, pues a pesar de que esta entristecía a sus seres queridos, entendían que era lo mejor para ellos. Y les envidiaban por ello, por tener el valor y la decisión de la que ellos carecían. Eran un motivo de orgullo para sus familias y amigos y eso supuso un aliciente para empezar el viaje con alegría.

A la mañana siguiente, los quince amigos se reunieron a la salida de la ciudad para decir un último adiós a su pasado. Se despidieron con promesas de un futuro regreso, giraron 180º y, primero con el pie derecho seguido del izquierdo, entraron en el umbral de su nueva vida.

Tenían que andar unos pocos kilómetros hasta el puerto donde se encontraba la embarcación que les llevaría a su nueva vida. Desde la ciudad hasta el mar no había carretera alguna, por lo que fueron caminando alegres mientras contaban anécdotas de sus vidas, chistes y algún tórrido episodio ocurrido entre las sábanas. Eran felices, como no lo habían sido en mucho tiempo. Habían roto las cadenas que les retenían a un presente gris y desalentador. Pero eso ya formaba parte del pasado, gracias a Dios, y ahora podían gritar que estaban vivos.

En apenas una hora ya estaban en el puerto. Subieron rápidamente a la embarcación pues querían llegar cuanto antes a su nuevo futuro. La mitad de la expedición sabía navegar, así que decidieron que se irían turnando mientras el resto disfrutaba de la travesía y de la tranquilidad del mar. Emprendieron el viaje sin demora, con la vista en el horizonte donde podían ver sus nuevas vidas, incluso parecía que podían acariciarlas si estiraban la mano lo suficiente.

Durante unas horas la travesía transcurrió sin ningún incidente, pero el compañero que navegaba en ese momento avisó al resto de que se acercaba una tormenta. El miedo se extendió por toda la embarcación y el nerviosismo empezaba a hablar en lugar de la razón. Todos se temían lo peor, lo que antes eran risas y gritos de alegría ahora pasaban a ser llantos y súplicas a un ser superior. La embarcación comenzaba a balancearse de manera preocupante y había empezado a llover.

A cada hora que pasaba, las olas se hacían más grandes. Todos salvo el que dirigía se dedicaban a impedir que el agua se acumulara y hundiera la embarcación. Trabajaban coordinados, obedeciendo las órdenes de uno de ellos que se erigió como guía para que el esfuerzo diera sus frutos lo antes posible. Gracias a la labor de todos y a la destreza del que dirigía la embarcación, pronto divisaron tierra con la esperanza de que no le diera tiempo a la tormenta a acabar con ellos.

Pero a cada metro que avanzaban, la tormenta se hacía más intensa. Las olas comenzaron a superar los seis metros y la lluvia hacia que el trabajo de la tripulación resultara en vano. A pesar de seguir echando el agua fuera, la desesperación fue aumentando en los corazones de los quince amigos, que veían la tierra prometida tan cerca pero a la vez tan lejos. El mar estaba embravecido, parecía como si no quisiera que los jóvenes cambiaran de vida y siguieran en sus pesadillas particulares. El agua desbordó la embarcación, llegando hasta los pulmones de nuestros jóvenes aventureros que veían como poco a poco, se iban hundiendo en el pasado del que habían intentando escapar, pero el pasado había ganado pues ya no había futuro para ellos. Murieron, uno detrás de otro, y con ellos el amor de su familia y sus amigos, que ya no los volverían a ver.

Más allá del mar, en la orilla que habían divisado los quince jóvenes, se había congregado una multitud de personas. Familias enteras sentadas en sillones viendo la televisión, disfrutando de una copiosa cena en compañía, jugando con los niños, amigos bebiendo copas de brandy mientras recordaban batallitas de la universidad, pero todos con la vista en el mar. Todos habían visto cómo se ahogaban quince seres humanos, pero no era la primera vez. Sintieron pena, pero la rutina de estas muertes hacia que cada vez la pena fuera a menos, llegando incluso a tornarse en una mueca de disgusto.

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince.

Quince vidas menos, quince seres humanos que murieron ahogados intentando llegar a Ceuta. Dicen que el negro pega con todo, pero parece que no pega con nuestra indignación.

Quince seres humanos, que para algunos son simples matemáticas. Un número negativo de una ecuación de primer grado, cuya solución es la indiferencia.

27.1.14

¿Qué hacer?

¿Qué puedes hacer cuando dudas de todo, cuando todo lo que has creído y deseado de pronto se torna borroso, enturbiando tu futuro? Sinceramente no lo sé, ni creo que llegue a saberlo nunca.

Quizás solo podemos esperar, estar sentados en una mecedora en el porche balanceándonos, yendo y viniendo de nuestra seguridad a nuestra incertidumbre. Así pasamos nuestra vida, deseando que en una ida de nuestra mecedora haya una corriente de viento que nos haga levantarnos y empezar a caminar con un rumbo fijo.

Caminamos, caminamos, caminamos. Paso a paso. Primero el pie derecho y luego el pie izquierdo. Es el camino de nuestras decisiones el que recorremos guiados por las expectativas que tenemos puestas en el futuro. El futuro se torna lejano, como siempre, pues no es más que la utopía que nos hace avanzar d manera unidireccional. Pero todo camino presenta bifurcaciones, carteles que señalan otros senderos, otras decisiones que podemos tomar. Estas decisiones pueden ser meternos en una rotonda para cambiar de camino sin desviarnos de dirección, tan sólo para que tengamos una nueva perspectiva de lo que queríamos y cambiar la manera de llegar a nuestra meta inicial.

Pero hay momentos en el que esta señal, es un cambio de sentido y dirección que no habíamos visto antes, a pesar de que siempre había estado en el camino. En el momento en el que la ves, date por perdido. El camino trazado milimétricamente hacia tu futuro se empieza a desmoronar y vislumbras otros caminos, otras rutas que se dirigen hacia un mañana distinto.

Tienes miedo. Terror. Pavor. ¿Por qué? Porque tus pies no saben cuál es el siguiente paso. Lo sabían, sí, pero ahora todo lo que ya sabías, todo lo que pensabas que se iba a producir, se desvanece. Todo tu pasado que estaba orientado hacia un futuro, ahora se entremezcla con el mismo pasado orientado hacia otro futuro distinto. La incertidumbre paraliza tus piernas y tus ideas, que se atropellan por llamar a la puerta de la razón y la frialdad. Pero éstas no están en casa ahora, está de ocupa la incertidumbre que domina el oxígeno que respiras y bombea la sangre de tu corazón por todo tu cuerpo, sin llegar a tu cabeza.

¿Qué hacer cuando la cabeza no funciona, cuando se cruzan los cables y la única conclusión que sacas es que no tienes ninguna conclusión a la que aferrarte? Quizás solo puedas pararte en el camino, dejar que el miedo fluya y te consuma, para dejar paso a una tranquilidad que te reconforte y te ayude a pensar por qué has llegado hasta aquí y hacia dónde quieres dirigirte.

MFV

26.1.14

#ChGA3 - Entrevista con el vampiro

Bienvenidos una semana más a La Columna de Chema.

A principios de semana, el presidente de gobierno Mariano Rajoy concedió una entrevista en Antena 3 para hablar de la actualidad española. Ahí lo tenéis, aquel que no aceptaba preguntas o que elegía los medios que podían intervenir en las ruedas de prensa, sometiéndose a un tercer grado (muy respetuoso por parte de la entrevistadora Gloria Lomana) ante todo el país. Detrás de un plasma, como él se siente más cómodo. Eso es valentía. Nuestro amado presidente defendió con rotundidad y claridad la política que viene practicando estos dos años y que va a sacar al país del pozo comunista en el que se encontraba tras las dos legislaturas del PSOE.

El inicio de la entrevista consistió en una serie de preguntas breves planteadas por Gloria Lomana, donde Rajoy dejó claro que tenía un plan para evitar la ruptura de España; que no pudo hacer más respecto a la derogación de la Doctrina Parot; prometió a crear 630.000 puestos de trabajos en los dos próximos años; habló de una bajada de impuestos para el 2015 y negó el cobro de dinero negro. Cortita y al pie, como se habla en los estadios de fútbol. Así es nuestro presidente, breve y conciso. Las cosas claras.

Luego, nuestro flamante presidente y gran orador, respondió como se le exige a un presidente a las preguntas de la señora Lomana sobre el conflicto catalán. Rajoy dejó claro que con la Constitución en la mano, ese documento sagrado firmado en el 1978 pero que a veces hay que ignorar para lograr nuestros intereses, la consulta no se va a celebrar y mucho menos una escisión de la nación española, y esto se podía extrapolar a cualquier región del territorio español. Mariano es inteligente y ante la pregunta de cuál sería el plan, llegado el momento de la consulta, respondió que un presidente no puede adelantar acontecimientos. El dirigente del PP vive el día a día, es un devoto de la religión del carpe diem y no hay que pedirle que haga premoniciones, sino que reconstruya el presente de España poco a poco, pues sólo así volveremos a ser la potencia que antaño fuimos.

El siguiente punto de la entrevista estaba centrado en ETA. Quizás en este apartado sea el único en el que no defienda plenamente a Mariano Rajoy. Sinceramente, me da igual el dictamen de un tribunal de DDHH, yo no quiero que en mi país haya terroristas andando por la calle respirando mi oxígeno, comprando el pan o disfrutando de la compañía de sus seres queridos. Si yo hubiera sido el presidente, me hubiera disculpado ante Europa por no obedecer al tribunal de Estrasburgo y hubiera reescrito el Código Penal para que la Doctrina Parot fuera la tradición más patriota de España, junto a los toros y las sevillanas. Pero Mariano defendió que poco pudo hacer en este aspecto ya que estamos en Europa y hay que tener un cierto respeto. Mal Mariano, pero entiendo el conflicto al que te viste sometido. Menos mal que luego juró que intentaría impedir que terroristas como Otegui, aunque no esté demostrado, no se puedan presentar a las elecciones para que lleven a cabo su terrorismo electoral. Aquí debo reconocer mi admiración por Felipe González y como lidió con el conflicto de ETA creando los GAL, todo un ejemplo de socialismo. Esa es la manera de solucionar este tipo de problemas.

Con respecto a la derogación de la Doctrina Parot, agradezco que existan medios como La Razón que muestren a toda España la cara de los presos liberados, ya que nos facilita a la ciudadanía el poder llevar a cabo un linchamiento público eficaz.

Portada del 30 de noviembre
Antes de entrar en materia económica, Gloria Lomana le pidió al presidente su opinión respecto a las protestas de Gamonal, en Burgos. Una vez más, nuestro divino Mariano Rajoy nos agradeció a nosotros, esa mayoría silenciosa, por respetar la democracia al no quejarnos de nada y que nos parezca estupendo que socaven los derechos de la plebe y les roben su dinero. Algo habrán hecho.

Entrando en materia económica, el presidente se ha alegrado de que la reforma laboral esté dando sus frutos. A pesar de que cada vez se destruye menos empleo y que el PP está sacando al país de la crisis, algunos medios comunistas afirman que el empleo en España es cada vez menor y de peor calidad. Esto se debe a una manipulación de los datos de la EPA para lograr sus fines políticos, que no son otros que destruir la imagen del PP en favor de partidos de ultra izquierda radical y violenta como IU. El dogma de la izquierda es quejarse indiscriminadamente de las políticas del PP: cuando destruye empleo, porque lo destruye (sin tener en cuenta la coyuntura) y si lo crea, porque crea poco y mal. Si los españoles quisieran trabajar en lugar de vivir a costa de los subsidios, seríamos la primera potencia del mundo. Pero sin embargo, las personas de bien que nos dedicamos a vivir a base del esfuerzo que requiere la corrupción, tenemos que pagar las ayudas a los vagos que pueblan este país sin ninguna intención de trabajar a cambio.

Respecto a la bajada del IRPF en 2015 y en qué tramos se produciría, nuestro cauto presidente a vuelto a repetir que ningún gobierno debe adelantar acontecimientos, no vaya a ser que preveamos la próxima crisis económica sin haber salido todavía de esta. Poco queda para salir de la actual crisis porque Mariano garantizó que ya no habrá más recortes que los que aparecen en los presupuestos de este año. Nuestro presidente es un genio de las matemáticas, ya que sabe que no puede presupuestar números negativos. Un lujo contar con él como capitán de este Costa Concordia que es España.

La entrevista, como no pudo ser de otra forma, tocó el tema del aborto, respecto al cual el presidente afirmó que estaría abierto al diálogo con el resto de partidos, pero dejando claro que era una reforma que se planteaba en el programa electoral. Lo mismo de siempre, cuando no cumple el programa electoral porque no lo cumple y cuando lo cumple, aunque "sólo" sea para legislar en el útero de las mujeres para complacer a la Conferencia Episcopal, porque lo cumple. Mariano Rajoy añadió que apoya y está orgulloso de ministros como Soria, Wert, Montoro o Gallardón que a pesar de perjudicar a la mayoría del país, llevan adelante sus reformas movidos por su valentía.

Gloria Lomana hizo referencia, hacia el final de la entrevista, a la falta de consenso entre el PP y el principal partido de la oposición en los principales temas que interesan a la sociedad como son Educación o Sanidad, pero sí en el reparto de puestos en el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial). No sé en qué mundo vive la entrevistadora pero quién pretende que elija a los miembros del CGPJ, ¿abogados y jueces experimentados e imparciales? Por favor, estamos en una de las democracias más avanzadas de Europa. Despierte señora Lomana, parece que usted no hizo bien su trabajo ya que sí que ha habido consenso más veces entre los dos grandes partidos de España, y fue en la modificación del artículo 135 de la Constitución para vender la vida de la gente a cambio de pagar una deuda ilegítima. Es importante que los que hayan vivido por encima de sus posibilidades, dejen de hacerlo para que nosotros podamos vivir por encima de las suyas, que somos los que sacamos al país de la crisis.

El última tema en el que se centraba la entrevista era la corrupción. Ante la pregunta demoledora de la entrevistadora de si se seguía enviando sms con Bárcenas, Rajoy contestó de manera rotunda que no. Punto y final, para qué seguir con este tema cuando una persona niega de esa forma que siga hablando con la única persona que se favoreció de la corrupción en un partido durante 20 años sin que nadie más lo supiera. Mariano también afirmó que aunque había que respetar las decisiones judiciales, estaba seguro de la inocencia de la Infanta, como ya lo estuviera en su día del ex tesorero del PP, aunque son casos totalmente diferentes.

Y terminó la entrevista, con un Rajoy más seguro de sí mismo que dio la cara durante una hora de duro interrogatorio en la que defendió la política del PP y dejó claro que cada día que pasa, España es más España.

Hasta la semana que viene queridos lectores.


#ChGA

19.1.14

#ChGA2 - Party in the USA

Bienvenidos una semana más a mi columna.

Esta semana, como todos sabéis, Mariano Rajoy ha visitado a Barack Obama, primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos. La primera potencia mundial dirigida por un afroamericano, esto es todo un logro que se ha conseguido gracias al capitalismo. Si viviéramos en un sistema comunista, probablemente estaríamos dirigidos por un perroflauta o directamente por su perro y su flauta, ya que el resultado sería el mismo. ¿Qué igual todos tendrían una casa donde vivir, un colegio donde estudiar y un hospital donde curarse? Es posible, pero seguro que gobernaría un blanco y eso, amigos, no es progreso. 

Desde que cayó el régimen del generalísimo Francisco Franco, las relaciones internacionales entre Estados Unidos y España han tenido sus más y sus menos, siendo estos "menos" protagonizados siempre por gobiernos socialistas, menuda casualidad. El clímax de estas relaciones llegó cuando gobernaban ambos países George W. Bush y Jose María Aznar. Nuestro ex-presidente sabía dirigir un país con firmeza y liderazgo, algo que el señor Bush supo ver e hizo de Aznar un importante aliado en Europa, como haría también con el ex-primer ministro británico Tony Blair.

De este trío del amor por la democracia y la libertad, nacería la operación militar que provocaría la Guerra de Irak. Una operación que tendría que haberse llevado a cabo con la mayor rapidez y eficacia, terminó en una guerra. ¿Por qué? Por culpa de los irakíes, que se rebelaron y no se dejaron dominar por las democracias más pacifistas y evolucionadas del mundo. El trío de las Azores buscaba derrocar al tirano Sadam Hussein, el cual tenía guardado un arsenal secreto de armas de destrucción masiva. Dichas armas jamás aparecieron; mi teoría es que probablemente Sadam se alió con algún país como Cuba para esconderlas de los ojos del capitalismo. Una maniobra magnífica, lo tengo que reconocer. 

Tras el maravilloso periodo de gobierno de Jose María Aznar, la estancia de Zapatero en la Moncloa enfrió las relaciones entre EEUU y España. ¡Cómo no!, los rojeras rompiendo el orden natural de las cosas. La retirada de tropas de Irak por parte de España y, más tarde, Estados Unidos, es probablemente el mayor error llevado a cabo por una democracia. Pero como soy un demócrata liberal, lo acepté con la mayor entereza posible.  

Pero tranquilos, compañeros, porque esta semana, por fin, las aguas han vuelto a su cauce. Mariano Rajoy ha visitado a Barack Obama tras dos años de gobierno del presidente español. Muchos verán esto como una pérdida de relevancia de España en la política internacional. Todo lo contrario, las cosas de palacio van despacio. Se necesita tiempo para planificar una reunión tan crucial para la historia como la que se ha producido esta semana. 

En ella, Barack Obama ha felicitado a nuestro presidente por su liderazgo, como ya hiciéramos en 2011 sus más de diez millones de votantes. Sin embargo, a pesar de este halago por parte del presidente estadounidense, no todo fue cortesía en la visita de Mariano Rajoy. Nuestro presidente regaló a Obama tres facsímiles de la biografía de Nuñez de Balboa, mientras que la delegación española recibió como regalo un paquete de M&M's. Sí amigos, ese es el respeto que muestra el presidente Obama a una de las futuras potencias mundiales como será España cuando salgamos de la crisis. Junto a este pequeño desprecio, se produjo una situación cómica en la que Mariano Rajoy, en otra muestra de lo terrenal y natural que es, respondió con un "ein?" a un comentario que realizó Obama. Todo un despliegue de simpatía y de españolismo. No queremos un presidente que se baje los pantalones y hable inglés, sino que exigimos un líder que transmita el castellano allí por donde pise. Hay que españolizar el mundo, el primer paso será Cataluña y el siguiente, EEUU. 

En la visita, a parte de la reunión con Obama, en la que seguramente el presidente afroamericano agradeció a Mariano Rajoy su permiso para llevar a cabo el despliegue de 500 marines en nuestra patria y así ayudar a colonizar más países y dejarlos en la miseria (porque ellos se volverán a rebelar), el presidente de España se reunió con la presidenta del FMI, Christine Lagarde. Esta encantadora mujer con bronceado digno de Jersey Shore, alabó a Mariano Rajoy por su reforma de las pensiones y por la reforma laboral. Recordemos que esta mujer, en un arrebato de humildad y empatía, exigió a España que se bajaran más los sueldos y así ella poder subírselo más de un 11%. La magia del liberalismo. 

Un hecho bastante polémico y criticado de la visita de Rajoy a EEUU, ha sido la prohibición de ciertos medios por parte de La Moncloa a acudir al encuentro entre Mariano Rajoy y Barack Obama. Esta decisión demuestra la firmeza del presidente Rajoy ante la manipulación informativa de los medios de izquierdas y nacionalistas. Queremos que la prensa cuenta únicamente la verdad, aunque sea la nuestra. 

Para acabar con mi columna, quiero resaltar cómo España honra a EEUU cada día con sus políticas. Por todos es conocido el afán imperialista de EEUU por tener el dominio de determinados países y aumentar su poder en la geopolítica internacional. Nosotros, sin embargo, no podemos invadir países islamistas gobernados por el caos para genearar más caos, pero podemos tener nuestras pequeñas victorias en el ámbito de la política nacional. Así, ya hemos invadido en el nombre de la Iglesia Católica las escuelas, los presupuestos generales del Estado y los úteros de las mujeres españolas. Por una España americanizada. 

Cierro esta columna con la reflexión, "cualquier tiempo pasado fue mejor". Hasta la semana que viene queridos lectores.



PD: Quería mandar un mensaje a todas aquellas personas que acusan a nuestro presidente del gobierno de no cumplir sus promesas. Pues bien, como sabréis, el lunes pasado Cristiano Ronaldo ganó el Balón de Oro por su excelentísimo año 2013, tal y como Don Mariano Rajoy vaticinó. Ahí lo tenéis, promesa cumplida. 

#ChGA

14.1.14

"A mí es que la política no me interesa".

Esta frase se repetía hace uno años como un automatismo por una parte importante de la sociedad, que mientras tuviera un sueldo que le permitiera llegar a fin de mes, se daba por satisfecha. Esa parte vivía tranquila, ajena a la terrible realidad que se estaba fraguando en la sombra, la cual se estaba preparando para irrumpir en nuestras vidas sin preguntarnos antes.

Hoy en día, ya no se escucha tanto esta frase. ¿Por qué? Porque somos unos egoístas. Hemos permitido que la política arrollara cada logro conseguido con tanto sudor, lágrimas y sangre a lo largo de los años. Se ha producido de manera silenciosa, sin que nos diéramos cuenta, hasta que ha explotado delante de nosotros. Nos hemos encontrado con una bomba económica y social que hemos tenido siempre delante de nuestras narices, pero que por mirar hacia otro lado, no hemos sido capaces de evitar. O no hemos querido evitar.

Porque si dentro de la clase obrera (porque eso de clase media queda muy bonito en los periódicos), cuando intentas comentar las políticas de tu país, la respuesta mayoritaria que escuchas es "Quita quita, a mí mientras me dejen vivir en paz no me preocupa", es que tenemos un gran problema. En la actualidad ya no es tan común escuchar este tipo de comentarios, sin embargo todavía persisten como un germen potenciado por la apatía política que ha invadido a muchas personas.

¿Cómo es posible que no nos interesase la política? ¿Cómo es que ahora vemos más gente implicada en la lucha por los derechos? ¿Por qué se ha producido una masificación de los debates sobre temas políticos y sociales en la televisión? Porque nos hemos quitado de encima tanta tontería y hemos abierto los ojos.

Hemos descubierto, a base de sufrimiento, qué es la política. Nos hemos dado cuenta de que nuestros pulmones siempre han respirado política. La política es todo aquello que nos rodea.

Política es que te suban el IVA de los productos básicos o que no puedas disfrutar de una buena obra de teatro o de un estreno en el cine porque ha subido el precio de las entradas.

Política es que tú puedas disfrutar de una Sanidad pública y gratuita, financiada con los impuestos.

Política es que tu gobierno te garantice un trabajo con unas condiciones dignas, remunerado de manera justa para que puedas vivir de manera cómoda.

Política es que puedas llevar a tus hijos a la escuela para que reciban una educación de calidad, y más tarde puedas mandarlos a la universidad o a hacer una FP. Política es que el Estado, si tienes dificultades económicas, te ayude a sufragar los gastos de la educación de tus hijos. Política es que el Estado no permita que solo aquellas familias con un poder adquisitivo mayor, puedan pagar la educación de sus hijos.

Política es que cuando te jubiles puedas dedicarte a vivir la vida, con una pensión justa por todos los años que has trabajado, y no tengas que preocuparte por sacar adelante a tu familia porque están todos en el paro.

Política es que no haya gente viviendo en la calle cuando hay miles de viviendas vacías porque los bancos se han convertido en empresas con ánimo de lucro. Política es que no te echen a la calle por no poder pagar tu hipoteca, cuando toda la economía de un país está paralizada debido a los intereses de unos pocos, que prefieren exprimir al débil antes que ceder sus privilegios.

Política es que haya una Justicia eficaz e igual para todos, independientemente de su estatus social o de sus bienes.

Política es un concepto donde la religión y las creencias de cada uno no tienen cabida si favorece a unos pocos.

Esto es lo que nos ha costado tanto tiempo descubrir, que nuestra calidad de vida depende de las decisiones que toman los políticos. Y ahora que lo sabemos, nos interesamos y luchamos por lo que consideramos justo. Hemos llegado tarde, porque no nos interesaban las injusticias del vecino mientras nosotros pudiéramos comer plácidamente en casa. Hasta que no nos ha afectado a todos, no hemos reaccionado. Solo espero que no sea demasiado tarde para cambiar las cosas, ahora que hay interés.

MFV

12.1.14

#ChGA1 - Me presento

Buenos días, me presento.

Mi nombre es José María Guevara Allende, pero mis amigos me llaman Chema. Ya sé lo que están pensando: "menudo honor llevar esos apellidos impresos en el DNI". Voy a decepcionarles, ya que para mí más que un honor es una pesadilla. 

Resulta que el hijo del famoso Che Guevara y la hija de Salvador Allende se conocieron hace veinte años en un pueblo remoto de Argentina, perdido de la mano de Dios todopoderoso, cuando ambos estaban cursando sus estudios universitarios. El destino es muy caprichoso y tuvo a bien que estos dos jóvenes, en la flor de sus vidas se enamoraran dando lugar a una historia de amor de color rojo revolución.  

Mis abuelos, tanto maternos como paternos, estaban encantados. Mi madre siempre me cuenta que aunque mi abuelo Salvador fuera muy abierto de mente, nunca se hubiera esperado lo feliz que le hizo el saber quién iba ser su yerno. Pero cómo no iba a hacerle feliz a uno de los líderes chilenos más famosos que su hija fuera a casarse con el hijo de uno de los revolucionarios cubanos más emblemáticos. Y mi abuelo Ernesto no iba a estar menos contento, la noticia fue para él un bálsamo de paz y alegría entre tanto sufrimiento que había tenido a lo largo de su vida. 

La boda no tardó en celebrarse. Ambas familias decidieron que la ceremonia se celebraría cuando los jóvenes enamorados terminaran sus estudios universitarios. Así, dos años después de conocerse, mi madre Dolores y mi padre Lenin se convirtieron en marido y mujer, tras una ceremonia atea y privada, algo poco convencional para la época. Fue un acto muy emotivo según me cuentan mis padres, una boda roja y revolucionaria como no podía ser de otra forma. 

Pocos meses después de la boda, allá por el año 1985, mis padres viajaron a la capital de España ilusionados ante una nueva posible democracia que se podía formar después de la dictadura franquista, pero por lo que me cuentan siempre, los primeros años supusieron una enorme decepción para ellos ya que todo se quedó en un espejismo de democracia. Yo nunca he entendido tal sentimiento de desilusión, pero también es cierto que no entiendo muchas de las cosas que piensan mis padres. 

Y finalmente, dejo de hablar de mis padres para empezar a hablar del protagonista de esta columna, yo. Nací en el año 1988, en pleno auge de gobierno socialista de Felipe González, en un hospital público de Vallecas, barrio obrero y luchador de la ciudad de Madrid. Desde el momento de mi nacimiento, viví en un ambiente revolucionario y soñador que buscaba, mediante la lucha y la protesta, el resurgir de un sistema político justo y socialista. Yo fui testigo de todos los atropellamientos que sufrieron mis padres por parte del sistema, ese sistema que suponía un muro que separa la realidad de los sueños que tenían mis padres y sus camaradas.  

Fui creciendo, pasando primero por un colegio público, continuando mis estudios en un instituto público para acabar cursando Periodismo y Ciencias Políticas en una universidad pública también, donde ahora mismo compagino los estudios con mi trabajo en el periódico online de la facultad, en el que semanalmente hablaré de la actualidad política de este país.  

Así fue gracias, o por culpa, de mis padres, que me inculcaron una serie de valores, heredados de mis abuelos, pretendiendo hacer de mí un joven del que mis antepasados se sintieran orgullosos. 

Sin embargo, hay un problema. Me llamo Chema Guevara Allende y soy de derechas. 

#ChGA