13.7.11

Piedras enamoradas

- ¿Qué son aquellas máquinas que vienen?
+ Lo llaman demoledoras o algo así.
- ¿Y para qué sirven?
+ Tengo entendido que solo valen para destruir cosas.
- Deben tener una vida triste si solo destruyen y destruyen.
+ Te sorprenderías de la cantidad de vidas que existen con el único fin que destruir.
- ¿Cómo nosotros?
+ No, nosotros no destruimos.
- ¿Y qué hacemos?
+ Simplemente estar.
- ¿Solo estar?
+ Sí.
- Entoneces, nuestra vida es igual de triste que aquellas... demolecosas o como se llamen...
+ Demoledoras.
- Da igual, pero ellas al menos se mueven, ven mundo. Nosotras no.
+ No digas estúpideces. Ellas, el mundo que ven y que observan, lo destruyen, ¿acaso eso te gustaría?
- Tan solo digo, que ellas ven mundo. Nosotras no.
+ ¿Nosotras no? ¿En serio piensas eso?
- Claro, estamos quietas, paradas sin hacer nada día y noche.
+ Reflexiona un poco y mira más allá del horizonte.
- ¿A qué te refieres?
+ Me refiero a que no estamos quietas, a que nos movemos al igual que el mundo se mueve. Cierto es que no realizamos ningún desplazamiento, pero aquí estamos, siendo testigos de eso que he oído llamado evolución.
- Me suena haber oído esa palabra, pero nosotros no.. evolucionamos.
+ Tienes razón, pero hemos nacido con un gran don.
- ¿Con un don?
+ Sí, tenemos el don de permanecer impasibles al paso de la historia, pero al mismo tiempo de disfrutarla. Hemos sido bendecidos con la virtud de ver como las personas evolucionan y cambian sus costumbres. Hemos sido testigos de como el mundo ha cambiado junto a ellos, como se hacía mayor todo lo que nos rodeaba mientras nosotros seguíamos tal y como nacimos.
- ¿Eso quiere decir que somos inmortales?
+ Jaja, ojalá fuéramos inmortales, pero desgraciadamente todo tiene su fin.
- ¿Cuándo llegará ese fin?
+ Hoy.
- ¡¿Cómo que hoy?!
+ Hoy moriremos, a manos de esas demoledoras cuya vida envidiabas.
- No puede ser, hay que hacer algo. ¡Tenemos que detenerlas!
+ No podemos hacer nada, no nos escuchan, nunca lo han hecho.
- Pero si somos lo que somos gracias a las personas, ¿por qué esas mismas personas son las que nos hacen añicos?
+ Porque son criaturas caprichosas, que un día te adoran y al siguiente buscan como acabar contigo, todo por sus propios beneficios. Son egoístas e impulsivos, que se mueven únicamente por la codicia, sin parar a pensar un momento en las consecuencias de sus actos.
- Entonces... ¿es nuestro fin?
+ Así es, esta es nuestra última conversación. Recuerda todo lo que has vivido, todas las historias de amor que se han forjado bajo nuestra atenta mirada, las peleas que hemos presenciado y las reconciliaciones. Piensa en que somos los padres de esta ciudad, de las vidas que laten tras cada una de las luces de las ventanas, pues hemos visto como han crecido y han madurado. Y no odies a los humanos, pues no todos son como los que llevan las demoledoras. Existe una minoría, con gran corazón, que ama el arte, y que enseñará a las generaciones venideras a amar el arte y la belleza.
- Te quiero mucho Adán.
+ Y yo a ti Eva, mi vida no hubiera tenido sentido sin ti.

Justo en ese momento, al pronunciar las últimas palabras de su vida, la bola de acero macizo golpeó la fachada de la iglesia, separando a las dos estatuas del resto de la estructura del edificio. Calleron al suelo, pero no se rompieron, a pesar de que la caída fue de 20 metros.
Eran dos figuras hermosas, perfectamente esculpidas. Un joven y una joven, con sus miradas cruzadas y fundidos en un abrazo de piedra eterno. Y así quedaron para siempre, porque lo que una vez el tiempo fundió, ni el golpe más fuerte puede romperlo.

MFV

5.7.11

Tiempo


Te conocí desde mi nacimiento,
sabiendo que tu cantidad es limitada.
Me enseñaron a disfrutar cada momento
y no dejar que la vida se esfumara. 

Pero pronto supe que eras mi enemigo,
el punto y final de cada historia.
Un miedo del que huyo y al que sigo,
la pesadilla eterna de mi memoria. 

Me hablaron de tu larga existencia,
de tus codiciados favores. 
Yo descubrí tu malvada indiferencia
y tus deseos mediocres. 

Nunca curan tus profundas heridas,
infligidas por el peso de tu arena,
que clavan tus afiladas manecillas
alargando el dolor creado por la pena.

Te llevaste las tardes en los bancos,
las miradas borrosas en la noche.
Me robaste miles de abrazos
y los cristales empañados en el coche. 

Tiempo, nos ahogas con tu fugaz viaje. 
Me matas con cada segundo
que me arrebatas sin preguntarme.

MFV