Pero en los
últimos días, Adrián había cambiado, no era el mismo de siempre. No sabía por
qué, pero odiaba su peluche y empezó a golpearlo contra el suelo, una y otra
vez, intentando romperlo. Continuó así durante unos minutos y después empezó a
morderle el brazo hasta que consiguió separarlo del resto de su cuerpo.
Se acercó a
la mesa que tenía al lado, cansado de pelear, y cogió unas tijeras decidido a
terminar con aquello. Las clavó en el centro del pecho, tan hondo como pudo, y
dejó caer el peluche sin vida, mientras Adrián se apoyaba en la pared, con los
ojos cerrados, agotado.
Cuando
volvió a abrir los ojos, el escenario era totalmente distinto. Vio a su mujer
yacer muerta en frente de sus ojos, rodeada de sangre, con un cuchillo clavado
en el pecho.
Ya no era un
niño, y la vida ya no era un juego.
MFV
MFV
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