30.1.13

La chispa de la vida

Toc, toc.
Alguien golpeó la puerta de metal, despertándolo de su sueño. Mientras se terminaba de desvelar, oyó la voz del otro lado:
- ¿Puedo pasar?
- ¿Acaso tengo otra opción? - contestó mientras se reía.
La puerta se abrió y un hombre entró en la sala, lo reconoció al instante. Era un hombre cercano a los cuarenta años, de facciones muy marcadas y con el ceño muy fruncido, como siempre que lo había visto, oculto parcialmente por un pelo moreno desaliñado que le caía por la cara. Vestía una camisa blanca simple muy apretada que marcaba perfectamente cada músculo de su cuerpo, algo de lo que se sentía orgulloso pues siempre intentaba llevar prendas que definieran bien su anatomía. Acompañaba la camisa con unos pantalones grises sujetos con un cinturón marrón y al final de estos, unos náuticos negros bastante elegantes, aunque la ocasión no era para menos.
- ¿Cómo estás Jon? - preguntó cortés sentado en la cama.
- Mejor que tú imagino - respondió Jon con el ceño fruncido, como siempre -. Ha llegado el momento, ¿estás listo?
- Llevo listo desde el primer día, si te soy sincero. En cierto modo es un alivio.
- ¿Un alivio? - Jon le miraba atónito, sin embargo su rostro se suavizó y una sonrisa se dibujo en sus labios -. Eres un buen tío, Rick. Te he cogido cariño en todo este tiempo desgraciadamente.
- Si es que en el fondo soy un tío adorable.
Ambos estallaron en carcajadas, algo que Rick agradeció ya que pudo relajarse un poco. Cuando el momento de felicidad terminó, Jon se acercó a la cama y lo levantó cogiéndolo del brazo. Sin embargo, antes de comenzar, Rick lo agarró fuerte de los brazos y lo miró a los ojos con un gesto de súplica.
- Déjame el móvil Jon. Por favor, es lo último que te pido, lo necesito.
Jon escrutó a Rick durante unos segundos, pero al final soltó el brazo y sacó el móvil del bolsillo, entregándoselo con gesto serio.
- Cinco minutos Rick. No esperes palabras amables recuérdalo.
Rick asintió mientras cogía el móvil y marcaba el número que recordando día tras días desde hace tres años. Pulsó el botón de llamada y esperó mientras sonaban unos pitidos que se le hacían eternos. Esperó, esperó, y seguía esperando cuando una voz sonó al otro lado de la línea.
- ¿Diga? - dijo una mujer.
- Yo... esto... - a Rick se le trababa la voz a causa de las lágrimas que empezaban a brotar de sus ojos -. Soy Rick Donovan. Solo llamaba para decirte que lo siento mucho, Christina.
Silencio. Al principio Rick no escuchaba nada al otro lado y su alma poco a poco se resquebrajaba en mil pedazos, dejándolo desolado en su propia miseria. Pero cuando creía que Christina lo había dejado solo, escuchó como ésta rompió a llorar y pronto Rick la acompañó, coordinándose sus sollozos. Estuvieron así durante varios minutos, una interminable cascada de sentimientos y pesares bañando las almas destrozadas a los extremos de una línea telefónica. Podrían haber estado así durante una semana, pero Christina se serenó, escuchó como se sonaba los mocos y volvía a coger el teléfono.
- Yo también lo siento Rick - y colgó.
Rick derramó las últimas gotas que le quedaban y bajó lentamente el brazo, desconectado de la realidad. Jon cogió su móvil y lo guardó de nuevo en el bolsillo, cogió a Rick y salieron ambos de la habitación.
De todas las respuestas posibles que Rick había imaginado recibir durante todos estos años, un "lo siento" era lo último que esperaba. No creía posible que aquella mujer sintiera lástima por él, pero así había sido, hasta había notado cierto tono de disculpa sincera en sus palabras. Aquellas dos palabras, fueron como una liberación para él y sonrió como nunca había sonreído en los últimos tres años, sonreía de verdad.
Se dio cuenta de que en lo que su cerebro asimilaba la conversación telefónica, estaba caminando junto a Jon por un largo pasillo que terminaba en una sala con escasa iluminación, pero la suficiente como para distinguir en ella una silla justo en el centro.
- ¿Cómo estás Rick, te arrepientes?
- Sabes que sí Jon, no era dueño de mis actos pero eso no justifica lo que hice. ¿Ella está bien? - preguntó con preocupación.
- Sarah se ha vuelto a casar y está a punto de dar a luz. No sé si es niño o niña, pero sé que ella es feliz - Jon le miraba con cara triste, algo impropio de él.
- Eso es lo que quería oír - dijo Rick con una sonrisa justo cuando llegaban a la sala y Jon le sentaba en la silla.
Morir es duro, pero saberlo es aún peor. Es lo que Rick estuvo pensando estos últimos tres años en los que estuvo encerrado en aquella lúgubre celda. Había llorado, gritado, hasta se había autolesionado un par de veces, pero no tardó en darse cuenta de que todo aquello era inútil. Había asumido que tenía que sufrir su castigo, el cual no era el acto de morir en sí, sino el hecho de saber exactamente cuantas horas le quedaban por vivir.
Visto desde fuera, aquello parecía un ritual digno de admirar. El preso sentado en la silla y su compañero policía soltándole los grilletes de los tobillos y de las muñecas, para volverlo a encadenar con cuero al frío metal de la muerte. Un tobillo, luego otro. Una muñeca, luego otra. Jon preguntó si estaban demasiado apretadas, con un tono que denotaba que aquella era una pregunta estúpida. Rick le miró sonriendo y felicitándole por su buen trabajo. Jon le devolvió la sonrisa, cogió el casco conectado a la red eléctrica y lo colocó sobre la cabeza del reo. Por último, se agachó y cogió una esponja que había en un cubo. Dejó que ésta absorbiera la máxima cantidad de agua posible para luego regar con ella en cuerpo y alma a Rick. Realizó esta operación un par de veces antes de dejar caer la esponja otra vez en el cubo y quedarse de pie delante de Rick.
- Hasta siempre, amigo - Jon se inclinó hacia delante y lo abrazó, siendo consciente de que se iba una gran persona de este mundo, dejando a un indeseable todavía en él. Nunca había entendido los deseos del Señor, y en este día mucho menos. Se alejó de Rick e hizo un gesto afirmativo al guarda que estaba situado en un lateral de la sala, junto al botón apagaría la vida del pobre hombre que esperaba a la oscuridad desde el trono de la injusticia.
En el intervalo de tiempo que hubo entre el gesto de Jon y la maniobra que llevo el guarda para conectar la corriente eléctrica a la silla, a Rick se le pasaron cuatro imágenes por la cabeza: su hijo cayendo enfermo y empeorando hasta el borde de la muerte durante un mes; aquel médico negándose a tratar a su pequeño Don; la bala que salió de su pistola y que arrebató la vida del hijo del médico; y en la última imagen observó a Christina desconsolada sujetando un cadáver en sus brazos y unos ojos llenos de desolación y vergüenza que pertenecían a su mujer, Sarah.
Lloró por última vez, para que la descarga apagara más rápido la chispa que llevaba agonizando tres años en  aquella prisión, dejándolo por fin libre de todo pecado.

MFV

28.1.13

Brindo

Brindo por los personajes tímidos
incapaces de mirar unos ojos
y gritar sus secretos más sentidos,
quedando sus sueños en reposo.

Brindo por la gente de discurso ejemplar,
mas ahogados en su irreal historia
sin saber hacia donde nadar
para encontrar el nacer de su memoria.

Brindo por aquellos valientes,
cuya sordera envidiable
mantiene sus principios fuertes,
ante el recelo de los despreciables.

Brindo por mí, por el camino elegido
lleno de aciertos y errores,
de rechazos del destino
y de recuerdos de mis amores.

Brindo por el tiempo que se escapa
y se ahoga en el fondo de mi copa,
bañando de esperanza mi garganta
callada de cuerdas rotas.

MFV

21.1.13

Rx - IV

Cuando fue a tirar la basura, se dio cuenta de que eran los recuerdos de su última pareja.
Los miró con nostalgia y como buen Diógenes, volvió a dejarlos en casa junto al resto de recuerdos de sus últimas relaciones, quedando un hueco libre en su memoria.

MFV

15.1.13

No tan solo.

El sol destapa mis tristes ojos
sumidos en una turbia manta
con olor a antiguos soplos
de tus labios sobre mi alma.

Desapegado de las sábanas,
recorro los recuerdos que dejaste
tirados bajo la almohada
junto a los sueños que abandonaste.

Y ahora, ¿dónde puedo mirar?
Si tu marcha fue un espejismo
pues a mi lado en cada paso estás
y eterna te siento en mis suspiros.

Se quedó mi armario desnudo,
sin abrigo para la nostalgia
que ha dejado en el felpudo
las fotos de nuestra vida imaginaria.

Aunque la soledad fue tu último regalo,
tuyo es el reflejo de mi mirada
que busca desesperada tu rastro
y descubrir que equivocada estabas.

Ya en la cama, dispuesto a dormir
nuestra vida en mi memoria.
Tan solo como siempre,
pero menos solo que sin ti.

MFV