Me quedé mirando a aquel par de deportivas colgando del cable, con una sonrisa tonta en la cara.
Llevábamos todo el día andando por Florencia, aquella mágica ciudad italiana con una atmósfera única. Nunca había sabido que es lo que tenía esa pequeña urbe que tanto enamoraba a toda persona que por ahí pasara, pero fue colocar un pie en su suelo para entenderlo todo.
Habíamos estado viendo el Duomo, esa magnífica catedral, sencilla y simple para acoger al más grande de los invitados. Resulta que era la cúpula más grande de Europa, que se dice pronto, y ahí estaba yo, probablemente unos de los seres humanos más pequeños del mundo, un privilegiado que podía ver como se extendía la ciudad bajo sus pies desde la parte más alta del Duomo. Te sientes poderoso, debe ser un reflejo similar a Dios.
Después de ver la casa del Señor, fuimos al Ponte Vecchio, hogar de millones de amores guardados bajo llaves, colgando de una débil cuerda de hierro. Se disponían a lo largo de los lados, allí donde hubiera un mínimo rincón sin enamorar. Aunque aquel paisaje pronto se difuminó por culpa del cristal translúcido de la lluvia, o eso pensábamos, pues en lugar de romper la luz que emanaba de la ciudad, concentraba la belleza y la elevaba hasta la máxima potencia.
La lluvia cesó, pero la belleza seguía en el ambiente y aprovechamos para ir al mirador de Miguel Ángel, desde donde la vista era aún mejor todavía, endulzada con acordes de "Viva la Vida" tocada por un artista de las cuerdas. No podía ser mejor ese día, ni mejor la canción escogida por el destino para acompañar aquel cuadro.
Sin embargo, mis sensaciones se vieron sobrepasadas por más sorpresas, ¡menudo día! Pasando de nuevo por el Ponte Vecchio, nos sorprendió un concierto gratuito en plena calle, aunque no diré que sea gratuito del todo porque las personas buenas pagaban a los dos músicos con papeles de colores y círculos de dos caras que les permitirían continuar en el futuro con aquel alegre espectáculo.
Teníamos ganas de fiesta, los hechos de aquel día nos habían animado. Así que, con cervezas en mano, comenzamos a desinhibirnos a ritmo de goteo en la antigua habitación del hostal. Todo eran risas, gritos, anécdotas y alguna que otra lágrimas de felicidad. Fueron cayendo, uno detrás de otros, y unos pocos nos quedamos para continuar nuestra particular fiesta por las calles de Florencia.
Seguimos riendo, corriendo, cantando y haciendo estupideces propias de la juventud, divino tesoro. En esas estábamos los jóvenes trotamundos cuando sufrí un tropiezo y casi caí al suelo, pero logré reponerme. El sobresalto hizo que una deportiva se me cayera y en la otra que el nudo se deshiciera. Pero yo, ingenuo de mí, me quité la otra deportiva, las uní mediante un nudo y miré hacia arriba, a un delgado cable que atravesaba la calle, uniendo las fachadas de dos edificios.
Bastó un solo lanzamiento de las deportivas para que se quedaran abrazando el cable, sin querer soltarlo. Ni en el mejor de los sueños me habría salido a la primera. Pero ni en el mejor de los sueños habría escuchado aquella risa. Me giré a ver de dónde provenía, del rostro más hermoso que había visto. Una joven italiana morena, una joven sonrisa celestial, una joven mirada mágica. Se acercó a mí y me ofreció un par de zapatos de su hermano, que le sobraban. Yo accedí sonriente y la acompañé a su casa, mientras charlábamos de manera distendida.
5 años después, allí estaba yo, mirando como el paso del tiempo no había hecho mella en mis deportivas. Yo sonreía, estaba lleno de felicidad, pero porque el paso de los años tampoco había hecho mella en aquella sonrisa italiana, aquella chica mágica y encantadora que en el pasado me ofreció un par de zapatillas, me había permitido caminar junto a ella por la vida.
Me miró sonriente, sabiendo que aquellas deportivas colgadas en el cable fueron el primer paso del camino que recorríamos juntos hacia el futuro.
Y aquel beso que nos dimos, era un pequeño alto en el camino.
MFV
31.3.12
28.3.12
Arco Iris
Violeta, las flores de tu ventana.
Añil, la alegría de tus sueños.
Verde, los mechones de tu pelo.
Azul, el cielo de tu mirada.
Naranja, el fuego de tu deseo.
Amarillo, la soledad de tu almohada.
Rojo, la pasión de tus "te quiero".
Añil, la alegría de tus sueños.
Verde, los mechones de tu pelo.
Azul, el cielo de tu mirada.
Naranja, el fuego de tu deseo.
Amarillo, la soledad de tu almohada.
Rojo, la pasión de tus "te quiero".
27.3.12
¿Por qué escribo?
¿Por qué escribo?
Para amarte en silencio,
para crear memoria,
para parar el tiempo
en folios y en historias.
¿Por qué escribo?
Para sangrar palabras
y morir de la rima:
del principio de tus sábanas
con el final de tu sonrisa.
¿Por qué escribo?
Para desafiar al destino
y jugar con la suerte,
sintiendo lo que escribo,
llorando con la muerte.
¿Por qué escribo?
Para hacer florecer hojas,
donde tú dejaste un desierto.
Para besar tu eterna boca
al ritmo que marque el viento.
¿Por qué escribo?
Para ser inmortal,
y que lo que un día fui, siempre sea,
el soñador en el que me convertí
Para amarte en silencio,
para crear memoria,
para parar el tiempo
en folios y en historias.
¿Por qué escribo?
Para sangrar palabras
y morir de la rima:
del principio de tus sábanas
con el final de tu sonrisa.
¿Por qué escribo?
Para desafiar al destino
y jugar con la suerte,
sintiendo lo que escribo,
llorando con la muerte.
¿Por qué escribo?
Para hacer florecer hojas,
donde tú dejaste un desierto.
Para besar tu eterna boca
al ritmo que marque el viento.
¿Por qué escribo?
Para ser inmortal,
y que lo que un día fui, siempre sea,
el soñador en el que me convertí
16.3.12
Una última pregunta
No he venido a enseñar arquitectura,
todas mis casa se cayeron solas
dejando mi alma desnuda
a merced del indiferente vaiven de las olas.
Nunca vine a robarle tiempo al Sol,
para que deje de girar mi vida.
Y saber donde me encuentro yo
y donde puedo encontrar la salida.
No fui bueno con los juegos de azar,
mi suerte viajaba en los vagones
de trenes que nunca paraban,
para bajarme de los errores.
No soy muy de abrir mi pecho
y a ver que encuentra el mundo.
Todos mis consejos viejos
y mis miedos más profundos.
No me gustan las acrobacias
que hacen locos corazones,
por terminar cuanto antes las historias,
sin que empiecen los perdones.
Nunca me llamaron desde el cielo,
diciendo que mi vida estaba lista.
Reclamé que me dieran los restos
de la infancia menos divertida.
Nunca he dicho nunca,
ni negué mis afirmaciones.
Una última pregunta,
¿la amé más por los dolores?
todas mis casa se cayeron solas
dejando mi alma desnuda
a merced del indiferente vaiven de las olas.
Nunca vine a robarle tiempo al Sol,
para que deje de girar mi vida.
Y saber donde me encuentro yo
y donde puedo encontrar la salida.
No fui bueno con los juegos de azar,
mi suerte viajaba en los vagones
de trenes que nunca paraban,
para bajarme de los errores.
No soy muy de abrir mi pecho
y a ver que encuentra el mundo.
Todos mis consejos viejos
y mis miedos más profundos.
No me gustan las acrobacias
que hacen locos corazones,
por terminar cuanto antes las historias,
sin que empiecen los perdones.
Nunca me llamaron desde el cielo,
diciendo que mi vida estaba lista.
Reclamé que me dieran los restos
de la infancia menos divertida.
Nunca he dicho nunca,
ni negué mis afirmaciones.
Una última pregunta,
¿la amé más por los dolores?
12.3.12
Novela propia
Muchas
veces, mis historias surgen de la nada. Algunas del molesto aleteo de una mosca
que me distrae de mis obligaciones, muchas otras nacen de la idea de escapar
del estudio. Quizás muchas cosas empiecen así, de la nada surge el caos, y del
caos el imperfecto orden.
En esos
momentos es en los que me siento delante del ordenador, dispuesto a crear el
todo de la nada. ¿Por qué el ordenador? Las grandes historias están llenas de
ríos de tinta y voy yo y condeno esta pequeña historia al aburrido mundo de la
tecnología. No sé bien el motivo, quizás me fluya más la inspiración de la vena
si me siento conectado al presente. Vagamente pienso el comienzo de lo que voy
escribir, ningún padre se plantea el principio de la vida de su hijo o hija,
simplemente nace y tan rápido como ha llegado al mundo, se va, sin hacer ruido.
Voy
escribiendo sobre un hombre gris y aburrido, de edad mediana pero bien vestido,
me gustan las personas elegantes. Su mayor deseo es llegar al final de su
jornada laboral, llegar a casa para tirarse en el sofá y pensar. Pensar en su
grandiosa novela en la que lleva años trabajando, pero a la que no termina de
arrancar.
Se incorpora
y abre su portátil, a ver si hoy tiene suerte y la inspiración entra por la
ventana. Abre un documento Word y empieza
a escribir “Esta no es una historia emocionante, de un príncipe que
rescata a una princesa. Esta es la vida de un hombre aburrido, de edad mediana
pero elegante…”
Un momento.
Mi propio personaje escribe sobre sí mismo. El hombre al que yo he dado vida
está escribiendo su historia y decidiendo el paso siguiente que va a tomar.
¿Acaso es eso posible? ¿Seremos personajes de una novela escrita por nosotros
mismos? La sola idea de imaginar eso me aterrorizó.
Decidí
quitármela de la cabeza y continuar con mi novela. El personaje gris había
dejado de escribir, estaba pensando. Bien, la cosa marcha. Pronto prosiguió con
su texto “… me gustan las personas que visten bien”. Volvió a detenerse, algo
no le terminaba de convencer. Se levantó del sofá y comenzó a dar vueltas por
la habitación, perdido en sus pensamientos. De pronto, se paró y miró hacia
arriba. Me extrañé mucho porque tenía la sensación de que mi personaje no
miraba al techo, sino más allá. Pensaréis que estoy loco, pero en el fondo
sabía que aquel hombre me miraba a mí. Mis sospechas se confirmaron cuando
gritó:
- Vaya escritor estás hecho, mira que has hecho con mi vida.
- Vaya escritor estás hecho, mira que has hecho con mi vida.
Yo no podía
salir de mi asombro. ¡Mi creación me hablaba a mí, como si de una conversación
padre-hijo se tratase! No me lo podía creer. Lo más triste es que nadie se iba
a tragar mi historia, por muy increíble que fuera.
- Quieres quitar esa cara de bobo y hacerme caso – volvió a exclamar el hombre.
- Perdona, perdona. Es que no estoy acostumbrado a hablar con un personaje de ficción.
- ¿Ficción? Maldito loco… Lo que te quería decir, espabila porque quiero que ocurran cosas en mi vida. Estoy cansado de ser una persona gris y aburrida. ¡Quiero emociones!
- Lo siento mucho, pero no puedo hacer nada. Eres mi creación y tienes un cometido, pero te prometo que te pasarán algunas cosas, aunque no esperes mucho de mí.
- ¿Qué no espere mucho de ti? Tienes en tus manos la vida de alguien y, ¿te da todo igual? No me digas que no puedes hacer nada…
- ¡Es cierto! Quiero escribir una historia de la que formes parte, pero no te va a pasar nada bueno, lo siento mucho. Tu destino está escrito.
- ¡Por ti! No me puedes hacer esto. El destino es un invento para consolarnos de las cosas malas que nos ocurren, es una manera de justificar nuestras desilusiones. Pero no existe tal cosa que nos conduzca hacia un camino u otro. Podemos tomar decisiones y convertirlas en hechos, la vida está en juego y nosotros tenemos la baraja.
- No sabes lo que dices, tú no has vivido lo que yo he vivido. Mi vida no ha sido una serie de alegrías que han venido una detrás de otra. He sufrido y sigo sufriendo.
- ¿Qué te crees, que no lo sé? Eres tan gris y aburrido como yo. Todos somos escritores de una novela, pero nunca nos damos cuenta de que es la nuestra.
- Quieres quitar esa cara de bobo y hacerme caso – volvió a exclamar el hombre.
- Perdona, perdona. Es que no estoy acostumbrado a hablar con un personaje de ficción.
- ¿Ficción? Maldito loco… Lo que te quería decir, espabila porque quiero que ocurran cosas en mi vida. Estoy cansado de ser una persona gris y aburrida. ¡Quiero emociones!
- Lo siento mucho, pero no puedo hacer nada. Eres mi creación y tienes un cometido, pero te prometo que te pasarán algunas cosas, aunque no esperes mucho de mí.
- ¿Qué no espere mucho de ti? Tienes en tus manos la vida de alguien y, ¿te da todo igual? No me digas que no puedes hacer nada…
- ¡Es cierto! Quiero escribir una historia de la que formes parte, pero no te va a pasar nada bueno, lo siento mucho. Tu destino está escrito.
- ¡Por ti! No me puedes hacer esto. El destino es un invento para consolarnos de las cosas malas que nos ocurren, es una manera de justificar nuestras desilusiones. Pero no existe tal cosa que nos conduzca hacia un camino u otro. Podemos tomar decisiones y convertirlas en hechos, la vida está en juego y nosotros tenemos la baraja.
- No sabes lo que dices, tú no has vivido lo que yo he vivido. Mi vida no ha sido una serie de alegrías que han venido una detrás de otra. He sufrido y sigo sufriendo.
- ¿Qué te crees, que no lo sé? Eres tan gris y aburrido como yo. Todos somos escritores de una novela, pero nunca nos damos cuenta de que es la nuestra.
De pronto el
hombre desapareció y me vi dando vueltas en la misma habitación en la que había
estado mi personaje, vestido con los mismos atuendos y con la misma vida gris y
aburrida, pero con una frase grabada en mi memoria.
“Todos somos
escritores de nuestra vida”
MFV
Tiempos de guerra
Cuentan los
historiadores que las guerras acaban con todo lo que encuentran a su paso: hombres,
animales o árboles. Dicen que nada queda allí donde la batalla se ha librado,
que tan solo quedan futuros rotos, sueños olvidados y un páramo helado debido a
la muerte que sobrevuela cuando la tormenta ha terminado.
Leyendo
libros encontré que es imposible recuperar lo que la guerra te quita. Cierto es
esto que dicen, cuando la muerte que provoca la guerra decide llevarse consigo
una parte de nuestro mundo terrenal, nadie puede ir al inframundo a
recuperarlo. Y quiénes lo han intentado acaban locos, soñando despiertos con el
pasado.
A pesar de
saber todo esto, me alisté en el ejército y participé en una guerra, que
terminó aunque no sabría decir si para bien o para mal.
En todo esto
me hallaba yo pensando mientras andaba por el campo de batalla cuando en el
suelo vi una flor blanca florecer en medio de tanta destrucción, un rayo blanco
de esperanza que iluminaba la muerte.
Sonreí,
puede que no esté todo perdido.
Y me perdí
en la lejanía de la paz que sigue a la tempestad.
MFV
Jugando a la vida
Adrián cogió
su peluche. Lo miró fijamente y recordó todo lo que habían vivido. Él sabía que
se había divertido con su oso de peluche, que le había hecho feliz y que había
sido su compañero en los buenos momentos, pero sobre todo en los malos.
Pero en los
últimos días, Adrián había cambiado, no era el mismo de siempre. No sabía por
qué, pero odiaba su peluche y empezó a golpearlo contra el suelo, una y otra
vez, intentando romperlo. Continuó así durante unos minutos y después empezó a
morderle el brazo hasta que consiguió separarlo del resto de su cuerpo.
Se acercó a
la mesa que tenía al lado, cansado de pelear, y cogió unas tijeras decidido a
terminar con aquello. Las clavó en el centro del pecho, tan hondo como pudo, y
dejó caer el peluche sin vida, mientras Adrián se apoyaba en la pared, con los
ojos cerrados, agotado.
Cuando
volvió a abrir los ojos, el escenario era totalmente distinto. Vio a su mujer
yacer muerta en frente de sus ojos, rodeada de sangre, con un cuchillo clavado
en el pecho.
Ya no era un
niño, y la vida ya no era un juego.
MFV
MFV
Tu verdad
Yo fui
siempre un niño inquieto.
con una
cabeza desordenada,
Ya no sé ni
lo que pienso,
despierto de
noche,
para morir
de madrugada.
Mi alma
manchada de ron,
mis
zapatos de lágrimas tristes
Desnudos de
tu sabor,
mis labios
enloquecen
por saber dónde
te fuiste.
En los bares
nadie sabe
el camino
que tomaron tus tacones,
huyendo del
pasado,
sin volver
la vista atrás
dejando tiempos mejores.
Ahorcado en
tus reproches.
mi fino
cuello ya no da para más.
No más
gritos en la noche
no más
preguntas sin por qué.
El silencio,
tu verdad.
MFV
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