20.11.11

Desreflexionando

Desreflexionando, un gran título, ¿verdad? Porque parece que es lo que últimamente está de moda en este país de borregos, panderetas, tarugos, cabezas-locas y demás peyorativos.
Y es que este país, desde la caída de la dictadura que instauró Don Paquito, ha ido proclamando a los cuatro vientos que es libre, que la opinión de cada uno tiene cabida en esta sociedad que los entendidos y menos entendidos denominan "libre". Y esta yo creo que es la mayor mentira que nos han intentado vender desde que dijeron que el abre-fácil iba a terminar con nuestro problemas.
Porque aquí nadie es libre, una persona no puede opinar libremente su opinión en cualquier esquina, en un bar con amigos. Y lo que es peor, no puede manifestar su criterio en ninguno de los ámbitos que rodean la vida cotidiana. Y esto señores, es muy triste. 
Hemos entrado en una corriente autodestructiva para la vida en sociedad terrible. 
Hoy en día puedes ir por la calle, parar en una plaza bastante concurrida llena de indignados y decir que vas a votar al PP o al PSOE y te mirarán mal y recibirás críticas, opinarán que eres un conformista y que te encanta que unas cuantas sucursales dominen tu día a día, conduciéndote al mayor abismo que ha conocido la historia económica (y por lo tanto social). Y aunque no sea así, tú te sientes fatal y decides cambiar. 
Nos unimos a este maravilloso movimiento (lo cual opino de verdad), un movimiento que ha instaurado una conciencia social increíble, capaz de sacar a la calle hasta una débil ancianita, que simplemente piensa que ella no ha vivido tanto tiempo para ver como las injusticias crecen día tras día. Protestas, gritas, acampas, alzas las manos a modo de "grito en silencio" para demostrar a lo más alto, sin menospreciar a Dios, de esta democracia que no estás de acuerdo, que tú no has votado para que las cosas funcionen así y que quieres que las cosas cambien. Te crees en lo más alto de la cima, hasta que llegas a un ambiente inhóspito en el que te abuchean, te tachan de vándalo, anti-sistema, violento. Te llaman de todo menos bonito, destruyendo esa gigantesca conciencia social que habías tardado tanto tiempo en conseguir, y que en poco segundos le han puesto preciosos sinónimos: vagabundo, perro-flauta, iluso, idiota, pobre, etc.
¿Y ahora qué hago? Piensas dubitativo, perdido en una marea de opiniones que no se ponen de acuerdo, que casi te obligan a elegir un bando porque sino el otro intentará destruirte. 
Desconsolado, buscas cobijo en una iglesia, el consejo de un trabajador de Dios. Y te gusta, sientes que hay algo más ahí arriba que podrá ayudarte en los momentos de pesadez, en los malos ratos en los que la mala suerte entierra a la esperanza. Estás contento, perteneces a algo gigante, vas a misa cada domingo para dar las gracias por no estar solo, por ser uno más en un océano de fe. Y al salir de la Iglesia, ¡otra manifestación! Y como suele acompañar a estos eventos de protesta, escuchas otra retahíla de palabras bonitas dirigidas hacia tu forma de pensar, aunque bien distintas a las que oíste antes: pervertidos, ladrones, pedófilos, reaccionarios... Y vuelta a empezar
Empiezas porque sigues deambulando sin ninguna dirección, tus pies ya no saben hacia donde ir y están cansados de tanto movimiento, así que decides entrar en un bar a relajarte tranquilamente. Menuda casualidad, que están echando el clásico, y tú siempre has sido del Barça para que negarlo. Pero la mala suerte acompaña y estás rodeado de madridistas que al ver tus reacciones cuando el Barça le pega un repaso a su equipo del alma, empiezan a mirarte mal, a insultarte y poco les falta para propinarte algún que otro puñetazo.
Termina tu #jornadadereflexión, después de un día en el que te has sentido bipartidista (con negativa connotación), indignado perroflauta, católico de mierda y culé asqueroso, en un día en el que tu famosa libertad de la que hablaron en el 75 tras el fin de una época terrible, se ha visto pisoteada, escupida y maltratada por esa gente que presume de tener la misma libertad que tú. 
Tras 24 horas de antipensamiento, de desreflexión, llegas a la conclusión de que no se necesita un cambio político ni de valores, que no hay que cambiar conformismo por protestas ni la fe por realidad. Que el blanco no es mejor que el negro, ni una bella melena rubia conjuntada con la sonrisa más bonita que existe debe cobrar menos que una descuidada barba a juego con una tripita cerbecera. Que el color blanco no es superior al blaugrana. Que aquí, lo que hace falta, es cambiar el mundo, un mundo que va a la deriva, un mundo que es la suma de las pequeñas dictaduras.
Y para empezar a cambiarlo, hay que mirar que es lo más alto de la montaña. Porque los cambios, si se hacen bien, son una pequeña bola de nieve que va bajando sin encontrar obstáculo alguno. Y para llegar al gran cambio que quiere cada uno, tenemos que elegir cuál es nuestra pequeña bola de nieve.
Y la mía es el respeto, por ahí tenemos que empezar.

MFV

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