14.8.15

63

Ocho y media de la tarde. El día comenzaba a languidecer con los últimos broches de luz. El edificio estaba casi vacío: los funcionarios ya se habían marchado, los teclados guardaban silencio, descansando tras una dura jornada, y los percheros respiraban aliviados sin el peso de las americanas. A lo lejos se escuchaba una aspiradora y una conversación amena que rompían la tranquila llega de la la noche.
En ese instante, un teléfono sonó en el despacho del gabinete de prensa del presidente, uno de los pocos que quedaban iluminados. La voz de un hombre se unió al resto de ruidos que enturbiaban la serenidad que se respiraba en el edificio. La conversación fue breve, monosilábica. Se escuchó como el hombre colgaba el teléfono y salía corriendo de su despacho en dirección a la puerta que había unos metros a la derecha. Llamó a la puerta golpeando tres veces  y entró después de oír una voz que le daba permiso.
-       Buenas tardes, señor presidente. Lamento interrumpirle pero he recibido una llamada escalofriante.
-       ¿De qué se trata? – preguntó el Presidente alarmado.
-       Me acaban de confirmar un dato que desconocíamos. Han fallecido 63 personas hasta la fecha. No sé cómo ha podido ocurrir sin que nos enteráramos, lo lamento señor. Pienso encargarme personalmente de descubrir cómo ha sucedido…
-       Tranquilo, tranquilo, vamos a serenarnos -. El presidente y su jefe de gabinete se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro pero con la mente más allá de las barreras físicas de aquel despacho. Solo se escuchaba la tenue cadencia que marcaban sus respiraciones. Pasados unos minutos, el presidente comenzó a hablar con voz pausada.- ¿Quién te ha facilitado la cifra?
-       La llamada provenía del Ministerio del Interior, presidente. La policía les ha comunicado el dato después de llevar a cabo una investigación.
-       De acuerdo –el presidente continuó meditando mientras observaba a través de las ventanas el vuelo de los pájaros, regresando a sus casas-, ¿quiénes son las víctimas?
-       No nos lo han podido confirmar aún, señor. Les he pedido que llamen a su despacho en cuanto tengan toda la información del caso.
-       Bien hecho, gracias.
El presidente se levantó de su silla y comenzó a pasear por el despacho pensativo, sin decir nada, ante la atenta mirada de su ayudante. Sabía que algo había hecho mal, era responsable de la vida de todos los ciudadanos del país y tenía que estar preparado para afrontar la causa de todas esas muertes. Debía valorar todas las posibles variables para tener preparado un plan de acción en cuanto le confirmaran cuál de ellas era la correcta. El jefe de gabinete pareció leerle la mente, pues se sentó en la silla colocada frente al escritorio, saco el bolígrafo y la libreta que siempre llevaba en el bolsillo y comenzó a hablar mientras el presidente se sentaba de nuevo en su silla.
-       Veamos, presiente. ¿Podría tratarse de ETA?
-       Me extraña. Aunque aún no han entregado sus armas, llevan tiempo respetando el alto el fuego. Sin embargo, por si acaso deberíamos llamar al presidente del País Vasco y hablar con el ministro del interior para que hable con el jefe de la policía nacional.
-       Quizás deberíamos hablar también con el presidente de Francia para que sus agentes colaboren con nuestras fuerzas de seguridad. ¿Nos falta alguien más?
-       Puede ser –contestó dubitativo el presidente-. Deberíamos ponernos en contacto también con las autoridades marroquíes por si se ha producido alguna fuga. Aunque no hemos recibido noticias del paso de algún etarra conocido por la frontera, pero debemos asegurarnos.
-       De acuerdo, lo tengo todo apuntado –mientras hablaba con el presidente iba anotando cada línea de actuación-. Luego hablaré con el jefe del CNI para ver si saben algo más.
-       Buena idea. Debemos estar preparados por si se trata de terrorismo islámico, porque en ese caso deberíamos ponernos en contacto con el embajador de Estados Unidos para actuar conjuntamente con la CIA. Ya sabemos lo preocupados que están y cualquier noticia que tengamos se la debemos comunicar. Cabe la posibilidad de que tengamos incluso que aprobar un real decreto para aumentar el gasto en defensa. 
-       Podría ser, aunque no se corresponde con su modus operandi. Las muertes han sido puntuales y no nos consta que se haya producido ningún gran atentado –ambos se quedaron pensativos, intrigados por conocer cuál era el motivo de todas esas muertes que se les había escapado-. Señor presidente, ¿y si se deben a varios accidentes ferroviarios? Puede haber defectos en los protocolos de seguridad o en la estructura de las vías.
-       Es posible –le dio la razón el presidente mientras se rascaba la barba, sopesando esa posibilidad-. En caso de que sea cierto, tenga a mano los teléfonos de todos los presidentes de las distintas compañías. Querrán encargarse ellos de las investigaciones pertinentes cuanto antes.
Siguieron intercambiando opiniones y ideas cuando la conversación fue interrumpida por el teléfono del presidente. Este se dirigió rápidamente a su escritorio y se sentó mientras descolgaba el teléfono. Su jefe de gabinete permaneció expectante, intentando descifrar parte de la conversación a partir de los gestos del presidente o de sus palabras, pero tan solo decía “sí”, “entiendo” o “gracias”, lo cual no aportaba mucha información. Sin embargo, a los pocos minutos el presidente colgó el teléfono, se recostó en su silla y exhaló con un sutil matiz de alivio. 
-       ¿Y bien? –preguntó impaciente el jefe de gabinete ante el silencio del presidente-. ¿Era el ministro del interior?
-       Mujeres.
-       ¿Cómo?
-       63 mujeres –respondió el presidente elevando el volumen-. Se trata de 63 mujeres, víctimas de violencia de género.
-       Entiendo. Esto no lo teníamos previsto. ¿Cuál es el procedimiento a seguir?
-       Vaya a su despacho y escriba un tuit mandando mis más sinceras condolencias a las familias de estas mujeres -contestó con firmeza el presidente tras meditar cuáles eran los pasos a seguir-. Tengo una cena importante con los empresarios más prestigiosos del país y no puedo retrasarme más. Mañana sacaremos una nota de prensa.
Cuando terminó de dictar sus instrucciones, cogió su teléfono móvil y se marchó del despacho, dejando solo a su jefe de gabinete. Este fue a su escritorio y redactó en Twitter el más profundo y sentido pésame en nombre del presidente. 140 caracteres después cogió su americana del perchero y apagó la luz antes de cerrar la puerta, quedando el despacho completamente a oscuras cuando la pantalla del ordenador desapareció.

MFV 

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