8.2.11

II

Silencio.

No sabía como, en medio de un griterío, todo sonido desapareció, toda garganta vibrando se estremeció y tuvo miedo de seguir emitiendo palabras. Nada, ni una brisa, ni el choque en la frontera entre la tierra y el olvido que suena en cada pisada de un largo caminar. Pájaros mudos, los gatos se comieron su propia lengua, no quedaba nada que estimulara el oído, ningún mensaje que emitir. Todo y nada, se callaron, para dar paso a un silencio.

No hay nada peor que quedarse sin emociones en la cabeza, sin frases, palabras, letras que introdujeran una idea en el pensamiento. Se le vino el mundo encima, pero en ese instante en el que veía todo perdido, toda su vida resurgió del silencio y entro en tropel en sus oídos, estremeciendo cada fibra de ellos. Voces retumbaban en su cabeza, diciendo poco y mucho al mismo tiempo, sin ningún criterio gritaban en su cabeza los recuerdos que nunca olvidó. De pronto, hubo claridad en la tormenta. Frases comenzaban a ser captadas, comenzó a oír de nuevo, a escuchar. Se sintió bien de nuevo. "Te quiero" después de aquel beso, "estoy embarazada", "vente a tomar unas cañas", "siempre estás ahí, eres un gran amigo"... Comenzó a poner sonido a sus recuerdos, aunque sin imagen alguna, pero no las necesitaba. Con una voz era feliz, y lo supo en seguida. De pronto, toda sensación y emoción desaparecieron, volviendo al comienzo.

Silencio, dulce silencio.

MFV

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