4.8.10

I

Oscuridad.


Era todo lo que había a su alrededor. Todo estaba bien, había luz, pero de pronto se apagaron las luces, un denso telón lo volvió todo negro. Durante unos segundos, porque en seguida se vio a sí mismo en un pasillo kilométrico, vacío, de color blanco, un blanco monótono y aburrido. Miró al fondo, pero no alcanzó a distinguir nada en la lejanía, así que decidió ponerse a caminar y recorrer aquel pasillo.
La travesía se antojaba soporífera y su cabeza comenzó a revivir diversas situaciones que había experimentado, vislumbró algunos recuerdos de su vida y recordó momentos de su corta existencia. Todo ello acudió sin ningún criterio a su mente, un tropel de imágenes se sucedieron ante sus ojos. El pasillo seguía sin terminar y lo único que había cambiado en él, eran los recuerdos que tenía, momentos que estaba volviendo a experimentar como un espectador y sobre los cuáles iba reflexionando a lo largo de la caminata. Su nacimiento, su infancia, su adolescencia... todo estaba en ese pasillo, no sabía exactamente por qué, ¿cuál era el propósito de todo aquello? se preguntaba. Decidió acabar con esa pesadilla, comenzó a correr haciendo caso omiso de su memoria, intentando escapar de su pasado. Pero era imposible.
Seguía reviviendo los recuerdos aunque no los viera, así que se paró en seco, abrió los ojos y miro alrededor. No había recuerdos, ni pasillos, estaba sólo. No era soledad lo que sentía, era algo mucho más doloroso. No sentía nada. De pronto oyó una voz que gritaba: "¡Luces fuera!"
Oscuridad, dulce oscuridad.

MFV

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